viernes, 27 de agosto de 2010

Chilenos en Francia



por Agustín Muñoz V.

Francia fue tierra de asilo para miles de chilenos. Se calcula que desde el 73 al 90, unos doce mil compatriotas disponían de estatuto de refugiados políticos, sin contar aquellos que obtuvieron la ciudadanía francesa. Fueron diecisiete años de amargura, de dolor, de tristezas, de desarraigo; pero también de inicios de una nueva vida, de aprendizaje, de integración, de éxitos, de fracasos y de lucha contra la dictadura y por la recuperación de la democracia.
¡Cómo lucharon los exiliados! Algunos se organizaron a través de los Partidos Políticos que habían formado parte de la Unidad Popular; otros, a través de de las estructuras sindicales a las que habían pertenecido; un porcentaje importante se integró a partidos políticos franceses, a estructuras comunales, regionales, internacionales y a asociaciones diversas. Cada exiliado era un multiplicador de las denuncias sobre violaciones a los derechos humanos. Cada refugiado era una voz que clamaba por solidaridad a la causa de los que luchaban en Chile. Cada uno, por modesto que fuese, disponía de algún contacto de importancia a nivel del mundo de la cultura, de la academia, de las municipalidades, de los partidos políticos, del parlamento, de la justicia, de las instituciones internacionales y en algunos casos hasta de las Casas Reales. Estos chilenos, en el plano individual y colectivo fueron clave para el triunfo de la primera batalla que se le ganó a la dictadura: su aislamiento internacional.
Fueron años de militantismo, de activismo constante, de creación intelectual, de formación profesional y académica para muchos; para otros, fue tiempo de estancamiento, de retroceso, de pérdida de identidad, de frustraciones, de divisiones familiares, de tragedias. Las jornadas de trabajo para ganarse el sustento eran combinadas con el trabajo político. Los fines de semana eran generalmente de reuniones, de actos, de manifestaciones, muchas veces en desmedro de la familia.
Diecisiete años en que también hubo un leit motiv: el regreso. El deseo de volver a la patria de los recuerdos de niñez y juventud; a la patria de las empanadas, del vino tinto y también del blanco, de las cazuelas, de los picarones, arrollados, congrios fritos y de otras gastronómicas nostalgias, era un síndrome común en las colectividades de exiliados. No hubo fiesta de solidaridad en que no hubiese empanadas y éstas casi causaron más divisiones al interior de los partidos políticos que los planteamientos ideológicos de Clodomiro Almeida o Carlos Altamirano. Famosa y encarnizada fue la fenomenal disputa por si la carne debía ser molida o picada con afilado cuchillo, lo que dio origen a injurias entre militantes y hasta la terrible acusación contra uno de los grupos , en un Pleno del PS, de utilizar carne para felinos enlatada en nuestro culinario segundo emblema patrio.
Años en que el más importante factor de unidad de los chilenos era la figura, el nombre de Salvador Allende. Su ejemplo de consecuencia política, su clarividencia y las realizaciones revolucionarias de su gobierno hicieron la unanimidad de moros y cristianos, de tirios y troyanos. Su nombre fue signo de admiración y de respeto para todos los demócratas franceses y del mundo entero. El reconocimiento fue unánime y se plasmó en un considerable respeto intelectual hacia su obra. En su memoria se le dio su nombre a calles, avenidas, centros culturales, colegios, liceos y asociaciones diversas. Ignoro el número de calles, de complejos deportivos y de colegios que llevan su nombre en Francia, muy probablemente la embajada de Chile puede disponer de esos datos; en todo caso Google da 42900 resultados cuando se busca por “calles Salvador Allende en Francia” y 6170 en la búsqueda por colegios y liceos. Su nombre como figura emblemática es solamente comparable con la del Che Guevara.
Y la alegría llegó para todos con el triunfo del NO en el plebiscito. Muchos chilenos volvieron al pais y algunos regresaron. Habían pasado muchos años, los hijos se integraron en la sociedad francesa, demasiado tarde para algunos de encontrar nuevos rumbos en el tan añorado Chile. Los “compañeros del interior” tomaron las riendas de una nueva fase. Había ahora poco espacio para la gente que no volvió. Las reuniones terminaron, los actos de solidaridad disminuyeron y siguieron otro cauce, los diarios y revistas del exilio se extinguieron y mucha gente se encontró sin rumbo, a pesar del esfuerzo por reciclarse en el mundo asociativo, esta vez con objetivos diferentes, pero siempre pensando en ese Chile tan complejo. Muchos se quedaron en el intento, con una pena y un desconcierto enorme; otros fallecieron, algunos muy solos, descubriéndose sus cadáveres meses después en la tristeza de alejados departamentos de los suburbios parisinos.
Han pasado más de 36 años desde el golpe de Estado y de la muerte de Salvador Allende. Francia ha acogido en los últimos veinte años a otros chilenos: profesionales, inmigrantes económicos, artistas, intelectuales y estudiantes. Se calcula que solamente un 20% corresponde a la categoría de ex refugiados políticos.
El combate de los chilenos en Francia y en otras latitudes es ahora doble. Tratan, por una parte, de mantener viva la memoria para que no se olvide lo que ocurrió. Por otra parte, a través de dinàmicas Asociaciones integran nuevos temas y acciones de importancia sustantiva tales como: el derecho a voto de los chilenos en el exterior, la doble nacionalidad para los que se han naturalizado y sus descendientes, el reconocimiento de diplomas, el establecimiento de convenios de seguridad social, el fomento del comercio franco-chileno a través de cámaras específicas, el desarrollo de la amistad franco chilena, etc. Algunos temas se han resuelto, otros están aún en discusión. Sin embargo, queda pendiente el derecho de los chilenos a ejercer plenamente su ciudadanía aunque no vivan en Chile; el derecho a votar en el extranjero como lo hacen naciones civilizadas como los Estados Unidos, los grandes países europeos y de Latinoamérica. Sólo la mezquindad, la pequeñez de un cálculo político equivocado y sobretodo el provincianismo cultural de algunos de nuestros dirigentes, impide que a casi veinte años de la restauración de la democracia, la alegría aún no llegue para millones de compatriotas residentes en el exterior, hayan sido exiliados políticos, inmigrantes económicos, artistas, profesionales, estudiantes o funcionarios internacionales.