lunes, 20 de diciembre de 2010

PARIS Y SUS HUELLAS REVOLUCIONARIAS


Agustín Muñoz V.



El fallecimiento de un amigo es siempre un duro golpe para los que lo sobrevivimos. Más aún cuando se trata de un compañero de ideales, de utopías. Fue el caso de Jacques Mairé, dirigente sindical francés, hombre político, socialista, educador popular. Jacques fue un demócrata, enemigo de dictaduras y gran luchador social. Apasionado de Paris y de su historia revolucionaria, de su legado, de sus realizaciones, de sus figuras. Compromisos en Ginebra me impiden asistir a su entierro, por lo que antes de partir, voy a reclinarme ante su cuerpo en la funeraria del popular barrio de Menilmontant. Lo acompaño unos momentos, pienso en su vida, en su gran fraternidad y espíritu solidario y me despido. Camino sin rumbo durante algunos minutos, encerrado en mis reflexiones y, sin darme cuenta, desemboco en la entrada principal del Cementerio de Père Lachaise.

Las frías lluvias de finales del otoño parisino le dan una cierta tristeza a esta ciudad que normalmente es sinónimo de vida, de alegría, de efervescencia. Todo parece ir más lento que de costumbre; las terrazas de los cafés languidecen, las calles se ven casi vacías y los peatones avanzan con precaución entre las resbaladizas hojas muertas que inmortalizaron Jacques Prévert y Joseph Kosma. Este ambiente se acentúa cuando se recorre un cementerio; sin embargo, Père Lachaise, contradice. Se ven importantes cantidades de turistas, de estudiantes, de paseantes. El caminar entre las tumbas de personajes como Edith Piaf, Oscar Wilde, el roquero Jim Morrison y otras celebridades, abre las puertas de un pasado que cobra vida y despierta el interés del visitante.

Jacques Mairé se entusiasmaba con la revolución, lo que nos motiva entonces a seguir algunas de sus huellas que han quedado impresas en este tradicional cementerio. En búsqueda del Muro de los Federados, paso frente a la sepultura de Víctor Noir, periodista de La Marsellaise, símbolo de la República, asesinado por un príncipe bonapartista en 1870.Su figura recostada, esculpida en bronce es de un gran realismo y recuerda su cuerpo tal como quedó luego de su asesinato. Se aprecia su sombrero caído, su cuerpo estirado y una evidente prominencia que resalta su virilidad. La tradición popular, en fálico homenaje, ha querido entregarle una póstuma virtud y en esa parte del cuerpo se observa el desgaste producido durante 140 años por los roces de las manos de sus visitantes.

Llego finalmente al Muro donde fueron fusilados, por las tropas gubernamentales siguiendo instrucciones del entonces presidente Adolphe Thiers, 147 combatientes de la Comuna de Paris, el 28 de Mayo de 1871. Sus cuerpos fueron arrojados en una fosa abierta colindante con el Muro. Con este sangriento episodio culmina una de las experiencias insurreccionales y autogestionarias que más han marcado al movimiento obrero y revolucionario mundial, a pesar de haber durado solamente dos meses. El llamado de Jules Guesde, el 23 de Mayo de 1880, implanta una masiva tradición de homenaje a las víctimas. El Domingo más próximo al 28 de Mayo, Socialistas, anarquistas, sindicalistas y laicos progresistas, cantando la Internacional o Le Temps des Cerises, en impresionante desfile y portando una roja rosa inundan el muro de flores. De igual manera, el día 1° de ese mes, filas de blancos Muguets y coloridas rosas, depositados por anónimas manos, alegran el lugar. Frente a este Muro se recogió Louise Michel, heroica y ejemplar mujer que combatió por La Comuna: fue apresada, torturada y forzada al exilio en Nueva Caledonia. Jean Jaurès, León Blum, Pierre Mouroy y François Mitterrand, les rindieron igualmente homenaje a los caídos.

Cubierta por las flores y con las letras gastadas por los años se lee en una sobria placa de metal:
“A la memoria de los Federados de la Comuna de París que perecieron en este lugar durante los años 1871-1872. Estos hombres lucharon por una sociedad más justa y rechazaron capitular ante el enemigo”

Emprendo el camino de regreso de este sitio de peregrinación y de homenaje de los revolucionarios del mundo entero. Atravieso entre medio de las tumbas de Saint Simón, de Jules Vallés, de François Raspail, de Louis Blanc y de otros personajes eminentes de la Comuna.

He iniciado la aventura de volver al pasado a través de las calles de Paris revolucionario. Me dirijo a la columna que, con el Genio de la Libertad en su cima, recuerda la otrora fortaleza- prisión de La Bastilla, 82 años antes de la insurrección parisina. La toma y la liberación de los siete prisioneros de derecho común que estaban en sus celdas, constituye el primer símbolo de la revolución popular y burguesa e inicia el proceso que bajo los principios republicanos de Libertad, Igualdad y Fraternidad, culminará con la pérdida del poder absoluto de la monarquía . El Rey es instalado provisoriamente en las Tullerías, mientras se inicia un frenético proceso de democratización y de fundación de lo que constituirán más adelante las instituciones republicanas como los tres poderes independientes del Estado, el sufragio universal, la educación laica y las leyes sociales y laborales que seguirán. La Asamblea popular termina con los privilegios, se adopta la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano y los revolucionarios toman el poder, mientras se combate con las fuerzas realistas del interior y del exterior. Emergen las figuras revolucionarias de Jacobinos y Girondinos cuyos nombres se asocian a los radicales extremistas y a los más moderados.

Maximiliano Robespierre encabeza la lista de lo que se denominó El Terror. Con mucha sangre fría este abogado provinciano de Arràs gobernó con guillotina en mano y el mismo terminó con su cabeza cercenada. Solamente una estación de Metro recuerda su nombre. No hay ninguna calle de Paris que se llame Robespierre, a pesar de los muchos intentos que se han hecho para rehabilitar su memoria; no existe ninguna placa que recuerde el número 398 de la rue Saint-Honoré, donde vivió, en una modesta habitación que le fue cedida por el carpintero Duplay y su familia. Dantón, Ministro de Justicia, diputado de la Convención, jacobino como él, aunque más moderado, ha sido recordado con mayor benevolencia: tiene estatua en el boulevard Saint Germain y varias calles llevan su nombre. El fundador del diario L’ami du peuple, Jean Paul Marat es, además de su rol político y de su importante responsabilidad en las masacres de septiembre de 1792, que dejaron más de 1500 muertos en Paris, célebre por su propio asesinato, llevado a cabo, con un enorme cuchillo de cocina, por la aristócrata Charlotte Corday quien fue condenada igualmente a la guillotina. Luego que su cabeza se desprendió de su cuerpo, tomada de sus cabellos fue levantada y abofeteada, frente al horrorizado público, por un carpintero seguidor de Marat, según cuenta en sus memorias de la revolución, el famoso Charles – Henri Sansón, quien ejecutó cerca de tres mil personas durante los cuarenta años en que ejerció su oficio de verdugo.

Y a propósito de guillotina. Este célebre instrumento se instaló durante la Revolución francesa en varios lugares estratégicos. En la antigua Place de Grève, hoy Plaza de l’hotel de Ville fue donde se ejecutó a Nicolás Pelletier, delincuente de derecho común, y primer condenado a morir guillotinado. El que a hierro mata, a hierro muere, debe haber pensado Fouquier-Tinville, el famoso acusador público del tribunal revolucionario, en el momento mismo en que caía sobre su propia nuca la dura pieza metálica.
André Chanier, poeta, periodista, político eminente, fue decapitado en la antigua Plaza del Trono, hoy Plaza de la Nación. Las 16 monjas carmelitas de la localidad de Compiège, acusadas por Fouquier-Tinville de conspiración, subversión y fanatismo, fueron trasladadas a Paris y ejecutadas en ese lugar. En ningún momento dejaron cantar el Laudate Dominun. Las 16 religiosas fueron beatificadas en 1906.
La actual Plaza de la Concordia, llamada antiguamente Plaza de la Revolución fue tal vez el sitio donde mayores ejecuciones se realizaron. Alrededor de 1.200. Allí cayeron las cabezas de Luis XVI, Rey de Francia y de su esposa María Antonieta. A este mismo sitio llegó Robespierre desde su lugar de detención en la prisión de la Conciergerie, antigua residencia de los reyes de Francia, amarrado en una carreta y malherido luego de haber intentado suicidarse. Marat, Dantón, el químico Antoine Lavoisier, Sain Just y otras personalidades correrán una suerte similar: sus cabezas serán cercenadas en este lugar. Las ejecuciones alcanzaron, en esta Plaza, a líderes girondinos entre los que destacamos a Jacques Brissot y a Marie Jeanne Roland, quien además de ser la esposa del dirigente de la Gironda, Jean Roland, fue la iniciadora de un concurrido salón político que cotidianamente reunía lo más selecto de la revolución en su propio domicilio. Marie Jeanne al poner la cabeza bajo la afilada y pesada pieza de metal y en los segundos antes de su muerte, al ver que se había instalado casi frente a este sitio una Estatua de la Libertad, pronunció su célebre frase: “Oh, Libertad, cuantos crímenes se cometen en tu nombre!”. Su esposo, refugiado en Normandía, al saber de este ajusticiamiento, desesperado, se suicidó enterrándose una espada en su pecho.
Desde la Plaza de la Concordia caminamos por el Jardín de las Tullerías. Aquí fue, por iniciativa de Catherine de Medici, edificado el Palacio que será la residencia parisina de los reyes de Francia. Luis XVI y su esposa fueron trasladados desde Versalles a este lugar antes de ser nuevamente transferidos y ulteriormente decapitados. Aquí funcionó la Convención y el todo poderoso Comité de Salvación Pública. El palacio será incendiado por un grupo de combatientes de la Comuna, dirigidos por Jules-Henri Bergeret, el 23 de Mayo de 1871. El recorrido en medio de los jardines evoca las representaciones que los revolucionarios realizaban en las que se mezclaba el teatro con una suerte de ritual religioso pagano.
Frente al Louvre atravesamos el Sena y llegamos al imponente edificio de la Conserjería, antigua residencia real y prisión durante el periodo que nos ocupa. Allí instalo su cuartel general el acusador público Fouquier-Tinville. María Antonieta, recluida en este lugar, trato de evadirse sin resultados. Los más importantes líderes de la revolución pasaron por este centro de detención antes de ser llevados al cadalso. En una sala llamada de la Toilette, eran despojados de sus pocas pertenencias, rapados y vestidos para la ocasión.
Dejamos esta histórica prisión y terminando nuestro recorrido, seguimos hacia la rue Guenegaud, donde residieron los esposos Roland y en la que las galerías de arte y las boutiques de lujo, han borrado toda huella de la revolución. Desembocamos en la actual calle de la Escuela de Medicina donde funcionó la Sociedad de Amigos de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, más conocida como el Club des Cordeliers. Llegamos, finalmente, al boulevard Saint Michel que también fue escenario de otra revolución, mas reciente y en la que sí participó nuestro amigo Jacques, la de Mayo de 1968; pero ella… ella forma parte de otra historia.
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LA PROXIMA CRONICA: “IMÁGENES DE CHINA”, será puesta en línea a fines de Enero de 2011.
FELIZ NAVIDAD Y UN VENTUROSO 2011
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