martes, 15 de noviembre de 2011

DISCURSOS POLITICOS

Por Agustín Muñoz V.

En un apartado lugar de la banda de Gaza, un apenas adolescente que se ocupa del cuidado de un puñado de cabras, sin contacto aparente con el resto de la humanidad, sin medios de comunicación a su alcance, cercado por un silencio casi ancestral que solo ha sido interrumpido por los bombardeos y silbidos de balas, roquetes y obuses, responde casi somnoliento, sin entusiasmo, a las consultas del periodista británico. Parece no saber muchas cosas e ignorar lo que sucede incluso en su propio territorio. Sin embargo cuando el francés le pregunta por Mahmoud Abbas parece despertarse y puño en alto exclama: Basta, Basta, Basta, parafraseando el discurso pronunciado por el líder palestino, solo algunas horas antes, en el pódium de las Naciones Unidas. ¿Cómo se enteró este remoto pastor del pedido de Abbas a la comunidad internacional? ¿Quien lo informó de la indignación y exasperación del palestino, que con esas tres palabras hizo vibrar al mundo entero y de paso, junto con poner en jaque a la diplomacia norteamericana, logró un sitio de honor en el tablero de los grandes dirigentes? No lo dice; solamente sonríe con orgullo y con sus dos manos muestra la árida tierra.

¿Dispondría el cabrero palestino de algún teléfono celular guardado en su turbante o en algún lugar de su pobre vestimenta? Lo más probable es que no haya sido así, sino que haya operado la transmisión oral de boca en boca. Esto recuerda las antiguas formas de comunicarse que ya la mitología greco-latina nos ilustró con sus dioses con alas en los pies; los tam-tames africanos; los pedestres mensajeros o los habladores en las antiguas civilizaciones de nuestro continente latinoamericano que eran portadores de información, de entretención y noticias.

Nuestra niñez en un país tan alejado como Chile, estuvo al margen de teléfonos celulares, de fax, de computadores, de correo electrónico. El teléfono era de raro uso y reservado solamente para los hogares de la clase media bastante acomodada. La televisión recién la conocimos con ocasión del mundial de futbol de 1962 y la imagen de la política era fundamentalmente transmitida por los noticieros que, obligatoriamente, precedían en la época a las películas del fin de semana en los cines del centro de Santiago. Sin embargo, sabíamos bastante de lo que ocurría en el mundo. Ya conocíamos y habíamos escuchado el verbo de nuestros gobernantes y de nuestros líderes. Lo esencial de la información y de la noticia era proporcionada por la radio, por la prensa, por el cine o, de manera mucho más amena e inteligente, por esas maravillosas revistas que fueron la argentina Patoruzito creada por Dante Quinterno y la chilena El Peneca, dirigida por Elvira Santa Cruz Ossa más conocida como Roxane.

La escuela jugaba igualmente un rol de información política. Algunos de nuestros maestros se referían en sus clases a la contingencia política nacional o internacional expresando sus opiniones no siempre progresistas. Las conversaciones familiares contribuían al interés por la política y orientaban, sin que lo supiéramos, nuestras futuras opciones. A veces esas platicas amenas, nos creaban grandes incertidumbres, como cuando algún familiar o amigo salía con la repetida y poco tolerante frasecita que para conservar la amistad y la familia había que descartar de las conversaciones los temas referidos a la religión y a la política.

El barrio y los amigos era otro núcleo que contribuía al conocimiento a través de la palabra, del intercambio de información, de ideas y de opiniones. Con algunos amigos de mi barrio escuchamos con reverencia y en un silencio respetuoso, al Che Guevara y los larguísimos discursos de más de siete horas pronunciados por Fidel Castro, quien creó escuela en Chile en algunos políticos criollos que nos aburrieron hablando en el vacío la misma cantidad de horas que el barbudo líder.

Hasta el transporte público era un medio de información, de intercambio o de polémica. Recuerdo, como si hubiese ocurrido ayer, la conversación en elevado tono que en un destartalado microbús de la línea 20, “Vivaceta-Matadero”, sostenían en 1960, dos personas que habitualmente se movilizaban a la misma hora que yo y que hacían ostentación de su pertenencia al Partido de Eduardo Frei Montalva, el PDC, creado solo tres años antes. En la conversación discutían acerca de Cuba y de su reciente revolución pronosticando casi a gritos, para que todos escucharan, que “a ese gallo no le quedan más de dos meses”. Si aun viven esos aprendices de agoreros, deben recordar nuestras poco diplomáticas protestas por sus provocadores pronósticos que se demostraron tan errados.

El acercamiento más directo con los grandes líderes criollos de nuestra provinciana juventud se dio en las grandes concentraciones sindicales y políticas que se realizaban en las calles, fundamentalmente en la Alameda, en el estadio nacional, en la plaza de la Constitución, en la plaza Artesanos en las cercanías de la estación Mapocho, en los Teatros Caupolicán de la calle San Diego y en el Balmaceda al lado de la piscina escolar. Era esta la única temperada de Chile y cuando se averió la caldera, jodió a toda una generación de nadadores chilenos pues tardaron diez años en repararla... En esos sitios embrujaron con su palabra finos oradores como Salvador Allende, Arturo Alessandri Palma, Eduardo Frei M, Clotario Blest, Lucho Figueroa o personajes internacionales de la talla de un Juan Domingo Perón, invitado de Carlos Ibáñez del Campo, que expone brillantemente la idea de una unión política y económica entre Chile, Brasil y Argentina, un Mercosur de los años 50.

El poder legislativo a través de las Cámaras de Diputados y de Senadores es el escenario de históricos duelos oratorios. Destacan allí el populista Arturo Alessandri Palma, el radical Raúl Rettig, el conservador Francisco Bulnes Sanfuentes, apodado “el marqués”, el comunista Volodia Teitelboin, Salvador Allende y el ingenioso Mario Palestro que desconcierta a los honorables diputados cuando al equivocarse en un discurso en que amenaza a la derecha chilena con la espada de Pericles y al ser corregido por otro parlamentario, responde de inmediato, espontaneo, sin titubeos: ¿“Entonces, honorable colega, Pericles no podía tener espada?

Carlos Altamirano, senador chileno y secretario general del Partido Socialista, sin ser un orador excelso, lograba atraer el interés de la audiencia con sus palabras llenas de cultura y de inteligencia. Su famoso discurso del 9 de septiembre de 1973 pronunciado en el Estadio Chile, ha servido, muy injustamente, hasta ahora, como una justificación del golpe de estado del día 11. Esa intervención que casi nadie conoce y que pocos escucharon, denuncia las tentativas de la oposición, del terrorismo de derecha y de las fuerzas armadas para desestabilizar el gobierno y producir el derrocamiento del presidente Allende por medio de un golpe de estado. Es un discurso claro, con detalles precisos y adornados con un bello poema de Nicolás Guillén en que pone en evidencia los hechos sediciosos, que se venían gestando desde el día mismo en que Allende fue elegido.

En otras latitudes latinoamericanas destacaron en la Constituyente mexicana del 17, oradores de gran talla, como Francisco Javier Mujica. José Vasconcelos y Antonio Caso. El General Lázaro Cárdenas conmueve con su discurso desde el Palacio Nacional del 18 de marzo de 1938 anunciando la expropiación de las industrias petroleras. Políticos más actuales como el jurista Porfirio Muñoz Ledo; el que fuera rector de la UNAM, en 1968, Javier Barros Serra y, por supuesto, el Presidente Echeverría forman parte del panteón mexicano de oratoria.

Rodrigo Carazo ex presidente de Costa Rica hizo vibrar a las masas con su verba incendiaria y llena de pasión. Aun se recuerda su discurso de la campaña presidencial de 1978 en que terminaba diciendo entre los estruendosos aplausos: “Yo voy adelante, yo voy al frente, yo doy la cara, porque ustedes, el pueblo, mis amigos, vienen detrás y me respaldan”.

El derechista guatemalteco Vinizio Cerezo Arévalo fue otro orador de prestigio y polemista temido por sus adversarios políticos que esquivaban enfrentarse en duelos oratorios con Cerezo.

Argentinos, uruguayos y peruanos maravillan y entusiasman con sus recursos de lenguaje en que el mensaje es preciso bien articulado, culto y lleno de pasión. Cómo no recordar a la maravillosa Evita que desde el balcón de la Casa rosada hiciera llorar de emoción a las multitudes bonaerenses. Como no recordar a su esposo, Juan Domingo Perón, arengando a los descamisados o, en un arrebato de furia en su discurso del 1° de mayo de 1974, tratando de “imberbes y estúpidos” a los jóvenes peronistas del movimiento Montoneros que lo interrumpían al grito de “¿Qué pasa, General, que está lleno de gorilas el gobierno popular? “.

Jorge Abelardo Ramos, candidato a la presidencia, historiador de gran sapiencia fue también un talentoso orador y expositor en el inicio de los años de plomo en Argentina.

El senador uruguayo Zelmar Michelini fundador del Frente Amplio fue un vibrante expositor que despertó interés y entusiasmo en la población. Fue secuestrado y asesinado por la policía federal argentina en 1976 en el marco de la Operación Cóndor.

Fue famoso el discurso del senador Américo Pla Rodríguez la noche del golpe de estado de junio de 1973. Sus destacados discípulos aun recuerdan con emoción su verbo y sapiencia en la cátedra de derecho del trabajo.

Los peruanos han sido eximios en el manejo del lenguaje. Víctor Raúl Haya de la Torre, quien fundara el APRA, ha sido uno de los más destacados maestros, seguido muy de cerca por Alan García y por quien fue Ministro de Trabajo y Director regional de la OIT, Carlos d’Ugart.

Magníficos oradores son también los españoles. Combinan la sabiduría, la pasión y el dominio del lenguaje en sus diversas cadencias, atacando, ironizando agitando, convenciendo. Fernando Suarez, Alfonso Guerra, Nicolás Sartorius o Felipe González son un buen ejemplo.

La televisión actual ha contribuido a un cambio sustancial en la forma de transmitir el mensaje político y ha ayudado muchas veces a la construcción de realidades ficticias en función de los criterios impuestos por quienes sustentan el poder. Del encendido discurso, lleno de pasión, de emotividad, de metáforas, de alusiones y de espontaneidad, la TV. impone un discurso más racional, más directo, muy preparado técnicamente por expertos colaboradores. Esto le da riqueza de contenido y evita la famosa “langue de bois”, el hablar sin decir nada. Sin embargo, la palabra pierde ese encanto que cautiva y sobretodo pierde su esencia, se desvincula de la creatividad se convierte en algo puramente fisiológico.

Lo que el maravilloso lingüista suizo Ferdinand de Saussire estableció como “lengua”, es decir el acto síquico cerebral, la unión del concepto con el símbolo, comienza a desvanecerse y nuestros políticos o expositores entran a la utilización de la “palabra” como acto físico, lo que podría hacer un papagayo bien adiestrado. El vacío cerebral que se produjo en el candidato republicano a la presidencia de los Estados Unidos, durante el debate televisado de hace algunos días es un ejemplo de ello. Su mensaje no era auténticamente de él. Lo habían preparado sus consejeros. Rick Perry se limitó solo a mal memorizar el contenido.

Discursos políticos ha habido muchos a lo largo de la historia contemporánea, pero solamente algunos han logrado la inmortalidad.

La voz profunda de Charles de Gaulle conmovió a sus compatriotas y al mundo con el llamado del 18 de junio de 1940 invitando a sus compatriotas a resistir, lavando así el honor de Francia, ocupada por el nazismo. Entusiasma y desconcierta años más tarde en Montreal, un 24 de julio de 1967, cuando finaliza su intervención con la célebre frase Viva Quebec libre, creando un serio incidente diplomático, pero reafirmando la francofonía y la identidad de los ciudadanos de Quebec.

Winston Churchill, orador destacado expresó en un encendido discurso ante el parlamento británico el 13 de mayo de 1940, en pleno conflicto bélico, que en ese momento no podía ofrecer a sus compatriotas nada más que “sangre, dolor, lágrimas y sudor”. Ello era el sacrificio necesario para alcanzar la victoria y fue comprendido.

Dolores Ibàrurri, excelsa oradora, deja para la posteridad aparte de su ejemplo de militante honesta y de consecuencia política su famoso discurso del 18 de julio de 1936. Más conocida como la Pasionaria, por el seudónimo que utilizaba para firmar sus artículos en la prensa partidaria, se dirige a la nación desde una radio instalada en el Ministerio del Interior, en Madrid. Desde allí llama al pueblo a resistir a la sublevación fascista para conservar las conquistas democráticas y la libertad del pueblo. Su famoso No pasaran, se convertirá en el símbolo de todas las luchas antifascista en el mundo.

Martin Luther King, militante de los derechos humanos en general, de los derechos civiles de la causa negra en particular y de un entendimiento fraterno entre blancos y negros, ha sido uno de los más brillantes oradores norteamericanos de todos los tiempos. Como pastor bautista perfecciona su talento oratorio que lo demostrara en cientos de ocasiones y que lo empleará magistralmente en su discurso del 28 de agosto de 1963: I have a dream. Luther King es asesinado el 4 de abril de 1968. Dos otros brillantes oradores norteamericanos habían sido asesinados igualmente algunos años antes: Malcolm X y J.F. Kennedy en 1963.

El presidente Kennedy es sin dudas un líder político de excepción, agitador, polemista, gran expositor. Se destaca por sus discursos directos, de gran contenido político y rico en alusiones históricas. Los prepara él mismo, con el concurso de su consejero Ted Sorensen. Deja muchas de sus intervenciones para la posteridad, pero uno de los que marcô a la opinión pública mundial y que ha quedado como un símbolo de un clamor por la libertad fue el que pronunció en Berlín, en plena guerra fría, el 26 de junio de 1963, ante una multitud de cientos de miles de personas que explotan de alegría, de entusiasmo y lo aplauden estrepitosamente durante varios minutos, cuando finaliza con la frase inmortal de: ¡Ich bin ein berliner! (Yo soy un berlinés).

El presidente Salvador Allende conmovió a los asistentes y desencadenó estruendosos aplausos en el pódium de Naciones Unidas el 4 de diciembre de 1972 con su intervención que se inicia con:” vengo de Chile, un país pequeño, pero donde cualquier ciudadano es libre de expresarse como mejor prefiera, de irrestricta tolerancia cultural, religiosa e ideológica, donde la discriminación racial no tiene cabida. Un país con una clase obrera unida en una sola organización sindical, donde el sufragio universal y secreto es el vehículo de definición de un régimen multipartidista…”. En esta alocución expone los principales problemas del país y la agresión de la que es objeto. Clara, lúcida y premonitoria intervención del presidente mártir.

Hoy en día casi toda la clase política dicen lo mismo, utilizan idénticos soportes estadísticos y los Power Point podrían transmitirse de un orador a otro, poco importa si son de corrientes políticas distintas. Ya no hablan. Leen estrictamente todo lo que está escrito en la pantalla o en la filmina. Hasta generalmente se visten todos igual, mal aconsejados por los expertos en imagen y en comunicación. Hay una especie de uniforme que consiste en traje azul marino y corbata roja, como si asistieran a un desfile del 1 de Mayo. Esto ha sido adoptado en forma unánime aunque ello les reste originalidad.

¡Cuánta distancia hay con aquellos discursos o intervenciones que impactaron a la humanidad y hoy forman parte de la historia!