El 10 de
marzo recién pasado, el Senado culminó la discusión del proyecto de Reforma
Laboral aprobando la mayoría de los articulados presentados por el gobierno.
Sin embargo y más allá de algunos
progresos que este proyecto contiene
hasta el momento en relación con el Plan Laboral aún vigente, este
segundo trámite constitucional castigó una vez más a los trabajadores chilenos
al rechazar la negociación obligatoria interempresa y sus mecanismos gracias a
los votos de la derecha, más el de
cuatro senadores DC y un independiente.
De igual manera y siguiendo el manoseado argumento que ha imperado desde el
término de la dictadura del “sí, pero no” cuando se trata de profundizar la
democracia, se votó el artículo 347 que reconoce la huelga como un derecho
colectivo de los trabajadores y el no
reemplazo de los trabajadores que ejercen ese derecho, pero acto seguido le
otorgaron la potestad al empleador para
que modifique turnos, horarios , realice
cambios y las “adecuaciones necesarias” que estime conveniente,
disminuyendo notoriamente la eficacidad de la huelga y vaciándola de su
contenido.
El Senado
de la República al rechazar los articulados mencionados no solo va en contra de
las legítimas aspiraciones de los trabajadores, sino que se ha pronunciado de
manera opuesta a los principios de Libertad Sindical de la OIT; ha ido contra
lo que sostiene la doctrina en estas
materias y se ha opuesto además a otro
poder autónomo del Estado como la Corte Suprema la que a través de sus
reiterados fallos ratifica los
principios de libertad sindical, de negociación colectiva y reconoce que el
derecho de huelga forma parte de los derechos humanos fundamentales.
La Reforma
Laboral pasa ahora a su tercer trámite constitucional. La Cámara de diputados
deberá pronunciarse y muy probablemente será la Comisión Mixta quien dirá la
última palabra. En el intertanto la CUT realizó un paro nacional y una concentración el 22 de marzo, los senadores de la
derecha amenazan con recurrir al Tribunal constitucional y la Nueva Mayoría
sufre un quiebre por la postura abiertamente anti sindical de los senadores DC,
al haber votado y mantenido las mismas posiciones en estas materias que los
sectores más retrógrados y conservadores del hemiciclo.
Es más, el
país entero pudo apreciar el triste papel jugado por el entonces Presidente del Senado Patricio
Walker quien hizo desalojar, manu
militari, las tribunas donde se encontraban los más altos dirigentes de la CUT,
su Presidenta Bárbara Figueroa y numerosos sindicalistas de su partido, entre ellos
su Vicepresidente Nolberto Díaz.
¡Qué mala
memoria tienen esos pater conscripti que se aliaron en votos con lo más
despreciable del pinochetismo! ¡Cómo se han olvidado de las luchas de los
trabajadores por derrocar a la dictadura! ¡Cómo les ha fallado la memoria al no
recordar la prisión, las torturas, la humillación, el exilio de tantos
sindicalistas entre los que se contaban sus propios correligionarios como
Manuel Bustos, María Rozas , Juan M. Sepúlveda, Rodolfo Seguel y la de otros sindicalistas
de diversas corrientes de opinión como Clotario Blest, Lucho Figueroa, Nicolás
López, Arturo Martínez, Tucapel Jiménez, Alamiro Guzmán y muchos más que arriesgando sus vidas lucharon por la
democracia y la libertad reconstituyendo el movimiento sindical en plena
dictadura y haciendo oír la voz de la Coordinadora Nacional Sindical, de la
CTC, de la ANEF, de los profesores, de los gráficos, de los petroleros, de los
molineros, de los panificadores, de los textiles, de los metalúrgicos, etc.
¿Se
recordarán sus señorías del boicot internacional anunciado por la ORIT y la
AFL-CIO que hizo temblar a la dictadura?
¿Recordarán
el episodio del viaje de Pinochet a Filipinas, el 23 de marzo de 1980, para visitar al dictador
Marcos y que por la presión de las centrales sindicales de su país y de la muy eficaz
intervención de George Meany, Presidente de la AFL-CIO; de Otto Kerstein,
secretario general de la CIOSL; de Dan Gallin, secretario general de la UITA , hizo
que su visita fuese cancelada por indeseable y que el avión tuviese que
aterrizar forzadamente en el aeropuerto de Nandú, Islas Fidji.? En ese mismo
lugar el dirigente sindical Bonifacio
Topaz le tenía preparada una masiva huelga, los retuvo sin abastecimientos ni
aire acondicionado en el avión y se les
permitió bajar solo después de “haber sido fumigados como vulgares mosquitos”,
según cuenta El Mercurio en su edición del martes 25 de marzo de 1980 en la que
además relata el episodio de los huevos que les lanzaron al descender del avión,
catalogando a este viaje como una ofensa
diplomática sin precedentes en la historia diplomática de Chile.
Estos son
solamente algunos de los múltiples ejemplos que muestran la enorme actividad desplegada
por los sindicalistas chilenos para aislar a la dictadura, precipitar su caída
y restablecer las libertades, incluidos los derechos laborales. Todo ello costó
muy caro y Pinochet pasó una sangrienta cuenta como el asesinato de Tucapel
Jiménez, la nunca aclarada muerte del dirigente panificador Luis Gutiérrez, las
atrocidades infligidas a María Rozas, la prisión y relegación de Manuel Bustos
y Arturo Martínez, la pérdida de la nacionalidad de Luis Meneses y Humberto
Elgueta, la persecución, con la complicidad de otras dictaduras, a
sindicalistas a través de la Operación Cóndor y el castigo a otros dirigentes
con un exilio indefinido.
Pueda ser que nuestros parlamentarios
recuperen su memoria en honor a los trabajadores que lucharon por la libertad y
la democracia, gracias a la cual los hermanos Walkers, Andrés Zaldivar y Manuel Antonio Matta pueden ejercer sus
derechos, aunque sean contrarios a los intereses de los trabajadores.
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Este artículo fue publicado por la Revista Primera Piedra en su número 667, del 27 de marzo de 2016.
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Este artículo fue publicado por la Revista Primera Piedra en su número 667, del 27 de marzo de 2016.