lunes, 10 de abril de 2017

La política en punto muerto.


En 1969 en medio de la efervencencia que despertaba entre la juventud latinoamericana y chilena la revolución cubana y a un año de las elecciones presidenciales  que darían el triunfo a Salvador Allende , la editorial Orbe publicaba unas interesantes reflexiones del ex secretario general del partido Socialista chileno, Raúl Ampuero Diaz  bajo el título de:  “La izquierda en punto muerto”.

En ese libro Ampuero, expulsado del PS en 1967, critica a los partidos de izquierda de la época  por su fracazo en el objetivo de  señalar, a los que él denomina los explotados, una perspectiva de cambios trascendentales y las formas para alcanzar   un proyecto de sociedad  por la cual, según Ampuero: “valga la pena vivir y morir”.

Casi a 50 años de la publicación de esas reflexiones y luego que la sociedad chilena conociera los profundos cambios impulsados por el Gobierno de Allende, los horrores y las transformaciones impuestas por la dictadura y  la evolución política en democracia a partir de los años 90, nuevamente la izquierda , pero esta vez acompañada por el centro y por la derecha se encuentran en un punto muerto o en un franco retroceso.
En ello  han  incidido factores diversos, muchos derivados de la  profunda herencia autoritaria e individualista que nos dejó la dictadura  a través de su  institucionalidad política y de su modelo de desarrollo económico neoliberal que en los 27 años de gobiernos democráticos han sufrido insignificantes transformaciones. Continuamos, por ejemplo, con el mismo texto constitucional dictatorial al que,aunque se le han  hecho algunas modificaciones no menores, ha sido imposible hasta la fecha entrar en una nueva Carta Magna  legitimada  por la voluntad popular, a pesar de los leves avances hechos durante este gobierno. Si a ello se adicionan los  importantes niveles de despretigio de las instituciones del sistema político, de las fuerzas armadas y de orden , de la iglesia, de los empresarios, de los sindicatos, del mundo del  deporte y otros  por sus actos de corrupción, de sus inconsecuencias, oportunismos y lacitudes, es facil explicarse la fuerte desafección  y rechazo de la ciudadanía  hacia la política, hacia los partidos y hacia el conjunto de instituciones del Estado que se manifiesta en encuestas, sondeos de opinión y abstencionismo.
Los intentos de la presidenta Bachelet por impulzar reformas tendentes a disminuir las enormes desigualdades existentes en nuestro país como la tributaria, la educacional, la  laboral y la de las pensiones entre otras, han chocado con una ferrea oposición de la derecha y con contradicciones no menores en el seno de la Nueva Mayoría que han desvirtuado los contenidos iniciales de las mismas. El gobierno y los partidos que intengran la Nueva Mayoría han sido incapaces de de superar sus disensos y menos de  generar los sólidos acuerdos necesarios entre el conjunto de las fuerzas políticas para encontrar mecanismos de solución a las sensible cuestión de la Araucanía o para avanzar en temas de gran aceptación ciudadana como el mejoramiento de la calidad de la educación y su gratuidad, la salud, la descentralización, la calidad del empleo, el de  relaciones laborales más democráticas y equitables, el de las pensiones y las importantes cuestiones medioambientales. Temas todos de alta conflictualidad potencial  que necesariamente deben ser abordados con una perspectiva de país y no pensando en dividendos electorales inmediatos que contribuyen a hacer más grande el abismo existente entre la política y la ciudadanía.
Por si lo anterior no fuera poco, el último año de la Presidenta - año electoral - se desarrolla en medio de una importante desaceleración económica que influye en las tasas de crecimiento, en la inflación, en el desempleo, en el aumento  del sector informal y de múltiples manifestaciones ciudadanas que claman por un sistema de salud y de pensiones que aseguren dignidad y decencia al igual que la gratuidad de la educación.
La agenda política ha estado marcada entonces por la definición de las candidaturas presidenciales más que en un debate de ideas que logre superar la mediocridad de los lugares comunes , de los eslogan y que conduzca a la elaboración de un programa que contemple las aspiraciones de la gente.
A la derecha con tres aspirantes y con la sola propuesta de Sebastián Piñera de arrasar con las reformas implementadas por Michele Bachelet, se suma  una  Nueva Mayoría incapaz hasta el momento de ponerse de acuerdo sobre un programa y sobre un candidato para enfrentar la próxima contienda electoral.
Es más, la crisis partidaria parece acrecentarse luego de que el partido Socialista, basado fundamentalmente en consideraciones cuantitativas, tomara la decisión primero de descartar primarias internas entre  sus militantes José Miguel Insulza y Fernando Atria y, luego, de llevar como candidato presidencial al abanderado del Partido Radical, el periodista Alejandro Guillier, descartando  al referente histórico de la lucha contra la dictadura, Ricardo lagos, quien decidió  bajar su candidatura. La decisión que al parecer tomará la Democracia Cristiana de  no participar de las primarias y llevar a Carolina Goic  directamente a la primera vuelta presidencial, ahondará las fisuras existentes, sin contar aún las reacciones del PPD que auspiciaba la candidatura de Lagos y del PC que se encuentra en conversaciones con el PRO de Marco Enríquez Ominami, igualmente postulante a la presidencia.
Es aún prematuro afirmar que la curiosa decisión del Comité Central del PS obedeció a pugnas generacionales, o a un afán oportunista basado en inciertas encuestas o a críticas ciudadanas que señalaban al ex mandatario como el culpable del desastre del Transantiago, del CAE o de los escándalos  de MOP-GATE. Cualquiera sea el caso el socialismo, al igual que lo ocurrido en 1952 cuando respaldó al General Ibáñez en desmedro de Salvador Allende, deberá rendir cuenta a la historia por haber dado  la espalda a un candidato socialista con un respetable pasado de lucha  y el único con propuestas progresistas y  sólidas para un futuro gobierno.
La emergencia y el entusiasmo que despierta en sectores juveniles y estudiantiles la periodista Beatriz Sánchez candidata del Frente Amplio,sin programa y sin propuestas por el momento,  con seguridad traerá más agua al molino de la fronda presidencial que comporta igualmente otros postulantes de menor importancia tanto de izquierda como de derecha.
En estas circunstancias es  probable que nuestro próximo Presidente de la República sea Sebastián Piñera quien carga con una pesada mochila  conocida por los chilenos en que se mezcla negocios con política , escándalos de corrupción durante su gobierno y un renacer de las voces añorantes de la dictadura.
Esto tal vez nos de tiempo para entrar en un verdadero debate de ideas sobre lo que quieremos para Chile. La sólida propuesta programática de Ricardo lagos debiera  ser uno de los elementos a considerar, al igual que la Carta abierta a los dirigentes de los partidos y agrupaciones de izquierda y a los candidatos presidenciales del sector por una convergencia de la izquierda para una coalisión progresista, hecha pública hace algunas semanas por Manuel Antonio Garretón y Carlos Ominami. Esta carta abierta de Garretón y Ominami es un documento extremadamente sustantivo, lúcido, facil de leer y   que en 25 puntos realiza un diagnóstico de la situación política y social actual, de sus causas y de las posibles bases políticas para un entendimiento ciudadano que  permita terminar con las desigualdades y responder a las aspiraciones de las mayorías. Documentos como los señalados al igual que otros que vayan apareciendo, permitirán el necesario debate de ideas para la construcción de una sociedad menos desigual y con mayor justicia social por la cual , desvirtuando un poco a Ampuero: “valga la pena vivir “.

sábado, 21 de enero de 2017

La visita de un Presidente que no fue.


                                    

 

                                                                                                            
Un Presidente que no fue es el título del muy documentado libro del  argentino y ex líder montonero Miguel Bonasso publicado en 1997 y en el que relata la fugaz presidencia de Héctor Cámpora que se mantuvo sólo 49 días como máxima autoridad del país vecino.  Bonasso que se ilustró como brillante escritor e investigador con su testimonial relato “Recuerdos de la Muerte”,  fue, además de connotado guerrillero, compañero de armas  de Galimbertti y  opositor feroz de la dictadura, asesor de prensa de Héctor Cámpora y partícipe de las más importantes confidencias de un Presidente objeto de conspiraciones y manipulaciones que precipitaron  rápidamente su caída apenas recuperada la democracia.

Sin embargo, no es de Cámpora, fallecido en 1980, al que hacemos alusión, sino a otro Presidente que no fue, a pesar de gobernar su país desde hace ya casi cinco años.

Nos referimos al  actual presidente de Francia Francois Hollande que, a muy pocos meses del término de su mandato e impedido de repostularse por el masivo repudio de los ciudadanos galos, nos visita  aprovechando un viaje a la Polinesia francesa  y respondiendo a una invitación que le hiciera nuestra  Presidenta Michelle Bachelet, también ahora  muy poco apreciada por la ciudadanía; ambos  con porcentajes de adhesión que sumados no sobrepasaron en 2016 el 35% de aprobación.

 ¿Es Hollande un Presidente que no fue, a pesar de haber presidido el país durante un lustro?

Sería muy injusto decir que su mandato pasó desapercibido o que no tomó medida alguna durante su presidencia.  Por el contrario, sus cinco años se han caracterizado por una importante cantidad de toma de decisiones en materia de reformas económicas, valóricas  y sociales y por actuaciones personales que han deslegitimado su función y  que han producido un masivo rechazo ciudadano situándose en los  más bajos niveles históricos de aprobación de su gestión, lo que lo obligó a no postular a un segundo mandato presidencial.

¿Qué  fue lo que produjo esta contundente  desaprobación?

No fueron escándalos de corrupción  los que ensombrecieron el accionar del Presidente socialista, como ha ocurrido en nuestras latitudes con muchos de nuestros gobernantes latinoamericanos, aunque a inicios de su mandato, uno de sus  Ministros, Jerome Cahuzac, fue inculpado por blanqueo de capitales y fraude al fisco; ni corruptelas  de la familia directa como  el que afectó  a nuestra Presidenta que inicia su descenso no porque ella fuese corrupta, sino por los rebotes de las acciones de su  nuera y de su hijo.

 En el caso de Hollande se trató de algo diferente pero igualmente censurable: el  haber interrumpido abruptamente los sueños;  la ilusión que le dio al ciudadano común durante su campaña electoral de un mundo mejor; la esperanza de una vida  de mayor calidad,  enunciando para esos efectos, su voluntad de luchar contra el poder de las finanzas, contra las imposiciones de rigor fiscal impuestas por el FMI, el Banco Central europeo y la Comisión europea. Fueron promesas incumplidas pues siguiendo el sino trágico de muchos gobiernos socialistas no solamente contemporizó con las instituciones financieras, sino que realizó una abierta política neoliberal  aplicando  reformas económicas y sociales que ni la propia derecha  hubiese osado implementarlas, apareciendo así ante sus electores, ante la gente de izquierda y ante la gran mayoría del pueblo francés como un político demagogo que  no solo es  incapaz de cumplir con su programa  en el que prometió sueños, sino que  traspasa la línea situándose por sus actuaciones en el bando de los que durante años fueron los adversarios del socialismo.

Prometió un mundo mejor para los asalariados y los ahogó de impuestos disminuyendo notoriamente el poder adquisitivo de las capas populares, de los jubilados  y de la clase media. Su promesa de imponer una tasa de 75% a los salarios millonarios tampoco pudo concretizarse. Sin embargo, con el argumento de darle dinamismo a la empresa y de modernizarla, inyectó 40 mil millones de Euros a las arcas empresariales, a través de créditos de impuestos para fomentar la competitividad y el empleo y del llamado Pacto de Responsabilidad, pensando  que con ello se crearían empleos suficientes para disminuir la cesantía. Nuevamente un fiasco pues si bien  hubo mejorías y se logró enderezar levemente, a fines de 2016, la curva del desempleo, su mandato se termina con cerca de 600.000 nuevos cesantes durante el quinquenio y con un aumento considerable de los descuentos obligatorios (35 mil millones de Euros) para las familias y una reducción de  más de 20 millones para las empresas.

El Pacto de Responsabilidad abrió paso igualmente a otra reforma lacerante para los trabajadores y los sindicatos: La “Loi Travail”. Una  reforma  al Código del Trabajo que impone la negociación por empresas, invirtiendo la jerarquía de textos jurídicos que daba rango superior a la negociación por rama de actividad; que tiende a terminar con la emblemática jornada de 35 horas semanales; que le resta poder a los sindicatos; que disminuye las indemnizaciones por despidos y que impone la flexibilidad. Fue de tal magnitud la protesta social ante esta Ley que para evitar un debate político y un eventual derrota parlamentaria con votos contrarios de muchos diputados socialistas, el Primer Ministro tuvo que hacer uso del artículo 49.3 de la Constitución que compromete la responsabilidad del gobierno para aprobar la Ley sin pasar por el acuerdo del Parlamento, acrecentando  de paso la  profunda fisura en el seno del socialismo francés producto de la derechización del Gobierno socialista.

Es verdad que Hollande debió  enfrentar con mucho coraje los cobardes atentados terroristas reivindicados por el Estado islámico  en Paris, Niza y en otras regiones. Ello lo motivó a tomar medidas de excepción en aras de la seguridad nacional  que han conculcado algunas libertades públicas y que frente al repliegue de identidad, a la fuerte emergencia del populismo, del soberanismo, de la intolerancia y de la extrema derecha, su gobierno debió  abandonar algunas de sus promesas en materia de inmigración, como el derecho de voto para los extranjeros; cerrar fronteras para impedir la llegada de inmigrantes huyendo de la guerra en Siria y de paso criticar las medidas adoptadas por Angela Merkel para recibir masivamente a desplazados y víctimas; autorizar expulsiones de inmigrantes sin papeles como la de la   joven Leonarda alumna de un colegio de un barrio popular, integrada , querida por sus compañeros y  expulsada con toda su familia a Kozovo, por decisión del entonces  Ministro del Interior Manuel Valls, una suerte de Beria moderno del Gobierno, posteriormente Primer Ministro y hoy candidato a las primarias socialistas. Frente a la magnitud de la protesta  se  la autoriza a regresar pero sin su familia, produciendo un nuevo escándalo por la inhumana e improvisada  decisión.

En el mismo orden de cosas la población francesa no pudo comprender la inacción gubernamental frente al hacinamiento de inmigrantes en Pas- de- Calais en espera de ingresar clandestinamente a Inglaterra. Doce mil personas  viviendo en condiciones miserables e inhumanas se establecieron en ese sitio fronterizo desde finales del gobierno de Sarkozy y durante casi todo el quinquenio del Presidente Hollande sin que se tomase medida alguna. Solo en el último trimestre de 2016,  cediendo ante las presiones de una indignada  opinión pública, de instituciones internacionales y de los habitantes del lugar y ante la proximidad del año electoral se logro reubicarlos más dignamente.

Otros problemas, algunos de ellos de índole personal, enturbiaron igualmente su imagen ante una opinión ciudadana ya demasiado hostil hacia su persona. Las disputas con su compañera Valerie Treiweiler, los celos de esta ultima hacia Segolene Royal que tomaron connotaciones políticas; el anuncio de la  separación y la publicación del libro de Treiweiler “ Merci pour ce moment” en el que Hollande es descrito en su intimidad apareciendo, entre otras malas cosas, como una persona despreciativa de los pobres a los que llama “los sin dientes” y poco tiempo después la publicación del semanario Closer en que lo fotografían en motoneta, dirigiéndose al departamento de su nuevo amor la actriz Julie Gayet.

La publicación de un documentado libro de investigación  de dos periodistas del diario Le Monde, G. Davet y F. L’Homme, con los secretos del quinquenio,  “Un President ne devrait pas dire ca”, contribuye al descrédito y a la desconfianza con las revelaciones que allí se hacen. Se trata de la síntesis de conversaciones que semanalmente sostuvieron durante casi cinco años con F. Hollande y que no fueron contestadas ni desmentidas por el mandatario.

Nueva polémica,  nuevos desgastes, nuevas incomprensiones, nuevos errores en todos los terrenos. La diplomacia no escapa y las relaciones con el Presidente ruso W. Putin, se tensionan a grados pocas veces visto; las relaciones con los sindicatos y los movimientos sociales se deterioran a niveles preocupantes impidiendo el  desarrollo del diálogo social en temas tan sustantivos como la reforma educacional y la reforma del Código del Trabajo.

 Las disputas, torpezas, malos entendidos  y contradicciones entre sus Ministros y ex colaboradores son el pan cotidiano de la prensa en medio de una importante alza de la derecha y de la extrema derecha en los sondajes y de  un masivo repudio hacia su persona  que se expresa en los escuálidos índices de popularidad; los más bajos en la historia de la V República, que hacen olvidar y opacan por completo algunas importantes y acertadas reformas propiciadas y adoptadas durante su mandato como los incentivos destinados al desarrollo de las Pequeñas y Medianas Empresas a través de créditos y reducciones de impuestos; el fomento del aprendizaje; la creación de empleos de policías y de gendarmes; el saneamiento de los déficits de la seguridad social, aunque haya sido en lo esencial a través del desarrollo de  aseguradoras privadas como las mutuales ; la generalización del matrimonio homosexual y medidas de adopción de hijos para parejas homosexuales; la contracepción gratuita para menores de edad; medidas de regularización de los indocumentados y el  fin del delito de solidaridad para quienes protejan a los sin papeles; la moralización de la vida pública; la no acumulación de los mandatos políticos y otras acciones éticas de sustantiva importancia que se eclipsaron frente a la aplicación de medidas económicas y políticas que eran patrimonio de la derecha y que contribuyeron a aumentar la falta de credibilidad en el ejercicio de su función presidencial.

Varias semejanzas con el caso chileno y muchos temas que conversar con nuestra Presidenta.

Aunque se trate de una figura desgastada que puede responder a la imagen de un Presidente que no fue, es una visita bienvenida y que debe respetarse pues representa los valores de  Libertad, Igualdad, Fraternidad y Solidaridad de  la Francia republicana, ejemplo de democracia; valores trascendentales en un mundo cada día más  egoísta, desigual e intolerante.

(Esta crónica fue publicada por el diario electrónico chileno El Mostrador en su edición del 21 de enero de 2016:

http://www.elmostrador.cl/noticias/opinion/2017/01/21/la-visita-de-un-presidente-que-no-fue/)