Un Presidente que no fue es el título del muy documentado libro
del argentino y ex líder montonero
Miguel Bonasso publicado en 1997 y en el que relata la fugaz presidencia de
Héctor Cámpora que se mantuvo sólo 49 días como máxima autoridad del país
vecino. Bonasso que se ilustró como
brillante escritor e investigador con su testimonial relato “Recuerdos de la
Muerte”, fue, además de connotado
guerrillero, compañero de armas de
Galimbertti y opositor feroz de la
dictadura, asesor de prensa de Héctor Cámpora y partícipe de las más
importantes confidencias de un Presidente objeto de conspiraciones y
manipulaciones que precipitaron rápidamente su caída apenas recuperada la
democracia.
Sin embargo, no es de Cámpora,
fallecido en 1980, al que hacemos alusión, sino a otro Presidente que no fue, a
pesar de gobernar su país desde hace ya casi cinco años.
Nos referimos al actual presidente de Francia Francois
Hollande que, a muy pocos meses del término de su mandato e impedido de
repostularse por el masivo repudio de los ciudadanos galos, nos visita aprovechando un viaje a la Polinesia
francesa y respondiendo a una invitación
que le hiciera nuestra Presidenta
Michelle Bachelet, también ahora muy
poco apreciada por la ciudadanía; ambos
con porcentajes de adhesión que sumados no sobrepasaron en 2016 el 35%
de aprobación.
¿Es Hollande un Presidente que no fue, a pesar
de haber presidido el país durante un lustro?
Sería muy injusto decir que su
mandato pasó desapercibido o que no tomó medida alguna durante su
presidencia. Por el contrario, sus cinco
años se han caracterizado por una importante cantidad de toma de decisiones en
materia de reformas económicas, valóricas y sociales y por actuaciones personales que
han deslegitimado su función y que han
producido un masivo rechazo ciudadano situándose en los más bajos niveles históricos de aprobación de
su gestión, lo que lo obligó a no postular a un segundo mandato presidencial.
¿Qué fue lo que produjo esta contundente desaprobación?
No fueron escándalos de
corrupción los que ensombrecieron el accionar
del Presidente socialista, como ha ocurrido en nuestras latitudes con muchos de
nuestros gobernantes latinoamericanos, aunque a inicios de su mandato, uno de
sus Ministros, Jerome Cahuzac, fue
inculpado por blanqueo de capitales y fraude al fisco; ni corruptelas de la familia directa como el que afectó
a nuestra Presidenta que inicia su descenso no porque ella fuese
corrupta, sino por los rebotes de las acciones de su nuera y de su hijo.
En el caso de Hollande se trató de algo
diferente pero igualmente censurable: el
haber interrumpido abruptamente los sueños; la ilusión que le dio al ciudadano común
durante su campaña electoral de un mundo mejor; la esperanza de una vida de mayor calidad, enunciando para esos efectos, su voluntad de
luchar contra el poder de las finanzas, contra las imposiciones de rigor fiscal
impuestas por el FMI, el Banco Central europeo y la Comisión europea. Fueron
promesas incumplidas pues siguiendo el sino trágico de muchos gobiernos
socialistas no solamente contemporizó con las instituciones financieras, sino
que realizó una abierta política neoliberal aplicando reformas económicas y sociales que ni la
propia derecha hubiese osado
implementarlas, apareciendo así ante sus electores, ante la gente de izquierda
y ante la gran mayoría del pueblo francés como un político demagogo que no solo es incapaz de cumplir con su programa en el que prometió sueños, sino que traspasa la línea situándose por sus
actuaciones en el bando de los que durante años fueron los adversarios del
socialismo.
Prometió un mundo mejor para los
asalariados y los ahogó de impuestos disminuyendo notoriamente el poder
adquisitivo de las capas populares, de los jubilados y de la clase media. Su promesa de imponer
una tasa de 75% a los salarios millonarios tampoco pudo concretizarse. Sin
embargo, con el argumento de darle dinamismo a la empresa y de modernizarla,
inyectó 40 mil millones de Euros a las arcas empresariales, a través de
créditos de impuestos para fomentar la competitividad y el empleo y del llamado
Pacto de Responsabilidad, pensando que
con ello se crearían empleos suficientes para disminuir la cesantía. Nuevamente
un fiasco pues si bien hubo mejorías y
se logró enderezar levemente, a fines de 2016, la curva del desempleo, su
mandato se termina con cerca de 600.000 nuevos cesantes durante el quinquenio y
con un aumento considerable de los descuentos obligatorios (35 mil millones de
Euros) para las familias y una reducción de
más de 20 millones para las empresas.
El Pacto de Responsabilidad abrió paso igualmente a otra reforma
lacerante para los trabajadores y los sindicatos: La “Loi Travail”. Una reforma
al Código del Trabajo que impone la negociación por empresas,
invirtiendo la jerarquía de textos jurídicos que daba rango superior a la
negociación por rama de actividad; que tiende a terminar con la emblemática
jornada de 35 horas semanales; que le resta poder a los sindicatos; que
disminuye las indemnizaciones por despidos y que impone la flexibilidad. Fue de
tal magnitud la protesta social ante esta Ley que para evitar un debate
político y un eventual derrota parlamentaria con votos contrarios de muchos
diputados socialistas, el Primer Ministro tuvo que hacer uso del artículo 49.3
de la Constitución que compromete la responsabilidad del gobierno para aprobar
la Ley sin pasar por el acuerdo del Parlamento, acrecentando de paso la profunda fisura en el seno del socialismo
francés producto de la derechización del Gobierno socialista.
Es verdad que Hollande debió enfrentar con mucho coraje los cobardes
atentados terroristas reivindicados por el Estado islámico en Paris, Niza y en otras regiones. Ello lo
motivó a tomar medidas de excepción en aras de la seguridad nacional que han conculcado algunas libertades
públicas y que frente al repliegue de identidad, a la fuerte emergencia del
populismo, del soberanismo, de la intolerancia y de la extrema derecha, su
gobierno debió abandonar algunas de sus
promesas en materia de inmigración, como el derecho de voto para los
extranjeros; cerrar fronteras para impedir la llegada de inmigrantes huyendo de
la guerra en Siria y de paso criticar las medidas adoptadas por Angela Merkel
para recibir masivamente a desplazados y víctimas; autorizar expulsiones de
inmigrantes sin papeles como la de la
joven Leonarda alumna de un colegio de un barrio popular, integrada ,
querida por sus compañeros y expulsada
con toda su familia a Kozovo, por decisión del entonces Ministro del Interior Manuel Valls, una
suerte de Beria moderno del Gobierno, posteriormente Primer Ministro y hoy
candidato a las primarias socialistas. Frente a la magnitud de la protesta se la
autoriza a regresar pero sin su familia, produciendo un nuevo escándalo por la
inhumana e improvisada decisión.
En el mismo orden de cosas la
población francesa no pudo comprender la inacción gubernamental frente al
hacinamiento de inmigrantes en Pas- de- Calais en espera de ingresar
clandestinamente a Inglaterra. Doce mil personas viviendo en condiciones miserables e inhumanas
se establecieron en ese sitio fronterizo desde finales del gobierno de Sarkozy
y durante casi todo el quinquenio del Presidente Hollande sin que se tomase
medida alguna. Solo en el último trimestre de 2016, cediendo ante las presiones de una indignada opinión pública, de instituciones
internacionales y de los habitantes del lugar y ante la proximidad del año
electoral se logro reubicarlos más dignamente.
Otros problemas, algunos de ellos
de índole personal, enturbiaron igualmente su imagen ante una opinión ciudadana
ya demasiado hostil hacia su persona. Las disputas con su compañera Valerie
Treiweiler, los celos de esta ultima hacia Segolene Royal que tomaron
connotaciones políticas; el anuncio de la
separación y la publicación del libro de Treiweiler “ Merci pour ce moment” en el que Hollande es descrito en su
intimidad apareciendo, entre otras malas cosas, como una persona despreciativa
de los pobres a los que llama “los sin dientes” y poco tiempo después la
publicación del semanario Closer en que
lo fotografían en motoneta, dirigiéndose al departamento de su nuevo amor la
actriz Julie Gayet.
La publicación de un documentado
libro de investigación de dos periodistas
del diario Le Monde, G. Davet y F. L’Homme, con los secretos del quinquenio, “Un President ne devrait pas dire ca”,
contribuye al descrédito y a la desconfianza con las revelaciones que allí se
hacen. Se trata de la síntesis de conversaciones que semanalmente sostuvieron
durante casi cinco años con F. Hollande y que no fueron contestadas ni
desmentidas por el mandatario.
Nueva polémica, nuevos desgastes, nuevas incomprensiones,
nuevos errores en todos los terrenos. La diplomacia no escapa y las relaciones
con el Presidente ruso W. Putin, se tensionan a grados pocas veces visto; las
relaciones con los sindicatos y los movimientos sociales se deterioran a
niveles preocupantes impidiendo el
desarrollo del diálogo social en temas tan sustantivos como la reforma
educacional y la reforma del Código del Trabajo.
Las disputas, torpezas, malos entendidos y contradicciones entre sus Ministros y ex
colaboradores son el pan cotidiano de la prensa en medio de una importante alza
de la derecha y de la extrema derecha en los sondajes y de un masivo repudio hacia su persona que se expresa en los escuálidos índices de
popularidad; los más bajos en la historia de la V República, que hacen olvidar
y opacan por completo algunas importantes y acertadas reformas propiciadas y
adoptadas durante su mandato como los incentivos destinados al desarrollo de
las Pequeñas y Medianas Empresas a través de créditos y reducciones de impuestos;
el fomento del aprendizaje; la creación de empleos de policías y de gendarmes;
el saneamiento de los déficits de la seguridad social, aunque haya sido en lo
esencial a través del desarrollo de aseguradoras
privadas como las mutuales ; la generalización del matrimonio homosexual y
medidas de adopción de hijos para parejas homosexuales; la contracepción
gratuita para menores de edad; medidas de regularización de los indocumentados
y el fin del delito de solidaridad para
quienes protejan a los sin papeles; la moralización de la vida pública; la no
acumulación de los mandatos políticos y otras acciones éticas de sustantiva
importancia que se eclipsaron frente a la aplicación de medidas económicas y
políticas que eran patrimonio de la derecha y que contribuyeron a aumentar la
falta de credibilidad en el ejercicio de su función presidencial.
Varias semejanzas con el caso
chileno y muchos temas que conversar con nuestra Presidenta.
Aunque se trate de una figura
desgastada que puede responder a la imagen de un Presidente que no fue, es una
visita bienvenida y que debe respetarse pues representa los valores de Libertad, Igualdad, Fraternidad y Solidaridad
de la Francia republicana, ejemplo de
democracia; valores trascendentales en un mundo cada día más egoísta, desigual e intolerante.
(Esta crónica fue publicada por
el diario electrónico chileno El Mostrador en su edición del 21 de enero de
2016:
http://www.elmostrador.cl/noticias/opinion/2017/01/21/la-visita-de-un-presidente-que-no-fue/)