lunes, 23 de mayo de 2011

El relator Fernando Volio y el conjuro de la Soda Tapia


(En memoria de Julio Godio, que degustó más de algún café en ese lugar).
por Agustin Munoz V


Pocas ciudades en el mundo deben ser tan aburridas para un desprevenido visitante como San José de Costa Rica en un día domingo de lluvia torrencial.
A pesar de haber vivido algunos años en este maravilloso país, me aventuro imprudentemente, pasado el mediodía, por el paseo Colón, no el del bonaerense almacén donde van los que tienen perdida la fe, sino por la ruidosa y simpática avenida josefina que conduce al parque de La Sabana. Mis deportivas intenciones de correr unos minutos entre los árboles, jugadores de beisbol y pequeñas lagunas, se ven frustradas por la macondiana lluvia que se desata entre formidables truenos que nada bueno pronostican. La salvación está a dos pasos. Se trata de la conocida Soda Tapia, establecimiento que frente a La Sabana atiende por más de cuarenta años. Son famosos sus frescos o jugos, sus tamales, sus boquitas, sus suculentos sándwiches, helados o simplemente la cerveza refrescante en los calurosos días del “invierno” tico. Se dice que una importante cantidad de personajes políticos nacionales o extranjeros la frecuentaron; entre ellos: el distinguido politólogo y jurista, relator especial de las Naciones Unidas para Guinea ecuatorial y Chile, Don Fernando Volio Jiménez y el actual Presidente de Nicaragua durante sus años de exilio a finales de los 70.
Cuesta encontrar una mesa vacía pues la lluvia, la hora y la excelente tradición del establecimiento lo hace uno de los lugares frecuentados de San José. Me sitúo casi pegado a una mesa donde tres hombres de mediana edad conversan. Estamos prácticamente rosando uno de los costados por donde hay una canaleta que recoge las torrenciales lluvias y por primera vez reparo en una cantidad importante de trozos de vidrios alrededor de la misma. La fría cerveza me distrae de esos vidrios y de mis angustias de cómo regresar al hotel con tamaño diluvio. Mis vecinos conversan como se hace en estos países: con voz fuerte, sonora, sin complejos, que contrasta con la amariconada entonación que utilizamos los chilenos. Hablan de amor y de política. Me intereso en la conversación y disimuladamente no pierdo ni una sílaba de lo que dicen. Trato de encontrar un hilo conductor pues aparentemente ellos llevan ya varias cervezas a su haber. Uno de ellos les recuerda lo enamorado que estaban él y Jasmina en sus años de estudiantes hasta que ella lo dejó y rompió sin compasión en una de las mesas del recinto; habla de su terrible sufrimiento durante mucho tiempo hasta el día en que alguien le contó la leyenda del lugar en que el conjuro para esas rupturas o para olvidos amorosos imprevistos consistía en arrojar una botella en la canaleta del desagüe gritando el nombre de la amada. Explica que lo hizo y que al poco tiempo reiniciaron apasionado romance con Jasmina. La conversación toma otros rumbos y se habla de política, de los malos servicios que prestan las empresas estatales, de la violencia ciudadana. Yo sigo interesado en Jasmina, en la ruptura, en la reconciliación. ¿Servirá igualmente para los olvidos políticos? Pienso en la memoria corta de la gente y no puedo impedirme de relacionar ese extraño conjuro con dos de los personajes que frecuentaron el lugar.
Fernando Volio fue un costarricense distinguido, honesto político y un jurista de prestigio, un hombre íntegro. Como relator especial de naciones Unidas para Guinea Ecuatorial expuso con claridad las violaciones al Estado de Derecho en ese país en 1979, las graves violaciones a los derechos fundamentales y Humanos y su debida protección jurisdiccional. Fue un informe objetivo y apreciado que contribuyó positivamente a que la situación algo cambiase.
En el caso de Chile, su relatoría se refiere al año 1985, pero su informe es una completa radiografía de lo que era la dictadura en nuestro país, de la falta de libertad imperante, de la represión existente y de las graves violaciones a los derechos humanos. Durante su primer y particularmente en su segundo informe fue constantemente hostigado por las ilegítimas autoridades de la época, fundamentalmente por el entonces Ministro de relaciones Exteriores Jaime del Valle y así Volio lo hace saber en su informe. Fue amenazado; incluso el Director General de Carabineros de aquel tiempo tuvo términos duros, inapropiados e inquietantes hacia su persona. El informe se publicó con sus debidas recomendaciones. La oposición lo alabó. Volio fue nuestro héroe. La democracia llegó y nadie se acordó nunca más de don Fernando. Fue el pago de Chile hacia un hombre probo que tanto nos ayudó. En el momento que escucho la conversación, 22 de Mayo, se acaban de cumplir 15 años de su muerte. Nadie lo recordó en chile. Ni una sola palabra de nuestros senadores, diputados, sindicalistas. El olvido total. En Costa Rica al parecer muy poca gente lo recuerda. En Guinea Ecuatorial probablemente ocurra lo mismo que en Chile.
Daniel Ortega que tal vez se sentó en algunas de las mesas del lugar, tuvo al parecer algunas actitudes de ingratitud o de descuido hacia Costa Rica, país que lo acogió. Siendo Presidente de Nicaragua remitió los restos de Juan Santamaría, quien se ilustró heroicamente, el 11 de Abril de 1856, en una batalla contra el filibustero norteamericano William Walker autoproclamado Presidente de Nicaragua, en el marco de la teoría del Destino Manifiesto, que justificará posteriormente las múltiples invasiones norteamericanas en Latinoamérica. Santamaría lanzó una tea al mesón donde resistían las tropas de Walker, incendiándolo, lo que permitió ganar esa decisiva batalla que contribuyó a la derrota del filibustero Presidente. En 1980, Ortega, a petición del mandatario costarricense Rodrigo Carazo, entregó los restos que, luego de prolijos protocolos de autopsia con las técnicas más modernas, se descubre con estupor que lo que contenía la urna eran los restos de un ciervo y mandíbulas de mono y no los del héroe nacional. Indignados y ofendidos los ticos devolvieron el despojo de aquel cérvido y el Gobierno de Ortega dio una confusa respuesta a sus antiguos protectores por esta inconcebible equivocación.
El olvido popular se generaliza. Los grandes estadistas que han contribuido a la democracia, a la educación y al progreso del “soberano” son cada día más ignorados. A la entrada del Parque de la Sabana, frente a la Soda Tapia está la estatua de León Cortes, estadista de prestigio, maestro de escuela, profesor, abogado, hombre político y Presidente de Costa Rica. La escultura en bronce mira hacia el Paseo Colón. No hay una sola placa que indique su nombre, solo en la parte posterior del monumento se lee con mucho esfuerzo una inscripción blanqueada por la humedad y por el estiércol de palomas, en la que el ex presidente explicita su adhesión a los intereses del pueblo costarricense. Interrogo a seis o siete personas jóvenes y de edad mediana, todos ignoran quien es el personaje que tanto le dedicó a su pueblo.
Parece que la tendencia es olvidar el pasado político, los personajes que hicieron historia. En Ciudad de Guatemala con mi colega Octavio Racciatti, prestigiado académico uruguayo, preguntamos a dos o más policías por el lugar donde los sindicatos celebran el 1° de mayo, nos envían a una multitudinaria procesión católica en que celebran la beatificación del Papa Juan Pablo II. Inquirimos a algunas personas por los nombres de Arévalo, Arbenz, Castillo Armas. Recuerdan un poco a Jacobo Arbenz; de Castillo Armas nos dicen que es un chileno conocido. Republica Dominicana tiene mejor memoria de su historia política. Tal vez hayan contribuido a ello los escritos de Juan Boch, de Joaquín Balaguer y la novela de Mario Vargas Llosa.
El aguacero se detiene, mis vecinos consumen otra ronda de cerveza y hablan de asuntos que ya no me interesan. Vuelvo a pensar en Jasmina y en el conjuro, en su viabilidad política. Me levanto, tomo la botella vacía y la lanzo al desagüe invocando mentalmente el nombre del relator Volio. No se rompe. Parte flotando entre las aguas. Pienso que este acto tal vez contribuya a que mis compatriotas alguna vez lo recuerden con cariño y admiración. El mesero me mira estupefacto. El vecino enamorado me guiña un ojo y me sonríe con aire de complicidad.

San José de Costa Rica, 22 de Mayo de 2011.