COMENTARIOS A LA
NOVELA DE EDUARDO TRABUCCO:
“LA CANCION DESARMADA “CARLOS)”.
por Agustín Muñoz
El pasado martes 14 de noviembre, Eduardo Trabuco presentó en el centro cultural Santa Rosa de Apoquindo, su cuarta novela titulada “La canción desarmada (Carlos)”, a la cual nos referimos a continuación.
Es a veces complejo analizar una obra
literaria cuyo contenido, aunque forme parte ahora de la recreación y de la
ficción, se refiere a acontecimientos y vivencias que el propio comentador ha
conocido de cerca, al igual que a los principales personajes que forman parte
de la historia. Una vez más nos enfrentamos al conocido dilema de la separación
entre realidad y ficción que en algún momento algunos estructuralistas, como Algirdas Julien Greimas con el objetivo de desvincular ficción y
realidad llegaron al extremo de desmenuzar el texto hasta quitarle su vida y
esencia. Dicho esto, y asumiendo la dificultad, expongo algunos comentarios al mencionado
texto:
En primer lugar, hay que destacar
el esfuerzo creativo de Eduardo Trabucco quien
nos presenta un relato que, en lo principal, transcurre a partir del
golpe de estado de 1973 en Chile y con la salida clandestina, su exilio y
retorno del personaje principal que es Carlos Altamirano Orrego. En torno a él
giran otras figuras que formando parte ahora del mundo de la ficción, tienen un
correlato real: se trata de los amigos de Altamirano y de políticos tanto
nacionales como extranjeros con los que el fallecido líder de la izquierda y de
la renovación socialista chilena convivió.
La originalidad del texto está en
su estructura y en la técnica empleada, pues los acontecimientos son
presentados en una síntesis de narrativa tradicional, drama y teatro-cinema.
En esos tres planos técnicos la
figura del líder socialista está presente, aunque inmerso en historias y
situaciones diferentes. El hilo conductor es el tema político en que se
destacan la evolución política de Chile que logró por la vía pacífica elegir
democráticamente a Salvador Allende, cuya figura rescata y enaltece el
narrador; las grandes transformaciones revolucionarias que precipitaran el
Golpe de Estado; la lucha interna y externa por el derrocamiento de la
dictadura; las divisiones internas del socialismo así como su renovación y el retorno
a la democracia que dista mucho de ser la anhelada por la izquierda derrotada
en el 73.
Siendo Carlos Altamirano el
personaje central y clave de esta obra es necesario detenernos un poco en la
forma en que el escritor lo presenta. Carlos, el hombre político, aparece en
partes muy bien descrito tanto en su imagen de hombre público de gran cultura, como
en su intimidad, en su pasado, en sus sueños, en sus angustias, en sus placeres
y en sus análisis políticos. En esto último hay que destacar el muy logrado
tratamiento de la evolución del personaje y de sus amigos hacia la renovación del
socialismo y la pugna entre sectores pro soviéticos y social demócratas a
través de recursos diversos. Entre ellos resaltan los paralelos hechos con los
planteamientos de Sartre y de Camus, que evocan igualmente la técnica utilizada
por Vargas Llosa en Conversación en la Catedral, que el narrador tendrá presente en otros
momentos en que los personajes se interrogan sobre “Cuándo se jodió Chile”.
Sin embargo, luego de la lectura,
me ha quedado más marcada la impresión de un personaje, Altamirano,
completamente Hamletiano, con sus grandes dudas, sus conflictos internos, sus
vacilaciones y avanzando de forma rápida a la senilidad, que un Carlos racional,
cartesiano, frio en lo político, luchador, fraterno, solidario y consecuente.
Muchos de estos últimos rasgos han sido puestos en exergo en las entrevistas de
Patricia Politzer y de Gabriel Salazar además de los dos tomos de las Memorias
de Jorge Arrate.
Altamirano fue un individuo
bastante reflexivo que con su cartesianismo lograba una buena síntesis para las
decisiones a tomar. Fue su aspecto reflexivo lo que de alguna manera socializó equivocadamente
una imagen de personaje hamletiano que sus propios compañeros del Comité
Central del PS le impusieron por demorarse o estar en contra de decisiones irracionales
que ponían en peligro la estabilidad del gobierno de su amigo Salvador Allende.
Hay otros dos aspectos que tal
vez hubiese sido mejor enfocarlos diferentemente. Uno de ellos se refiere a un
Carlos senil que dialoga con un igualmente envejecido Clodomiro Almeida en una
playa de la costa chilena, mojándose los pies, cantando - puño en alto - el
himno de la Universidad de Chile, quejándose de sus dolencias propias lo que,
aun aportando una nota de buen humor, les resta fuerza a sus respectivas
imágenes de lideres de un proceso que tuvo incidencia mundial.
Otro rasgo que hubiese sido
necesario resaltar con mayor énfasis en la figura de Altamirano, fue su
preocupación y anticipación sobre cuestiones que hoy son parte fundamental de
las propuestas y preocupaciones políticas a nivel global. Me refiero a su
preocupación por el medioambiente, por la ecología, por el fenómeno migratorio,
por los déficits sociales de la globalización, por la igualdad de género, por
temas éticos como la eutanasia, la diversidad sexual y por la intolerancia
religiosa que, según decía, podría llegar a guerras y atentados terroristas.
Los otros personajes al igual que
Carlos tienen un correlato directo con la realidad. Son los protagonistas de situaciones
que ellos mismos vivieron y experimentaron; pero esta vez la ficción se impone
a la realidad pues sin lugar a dudas son los Actores del plano dramático
quienes aparecen tratados con mayor fuerza y que logran opacar en vitalidad a
los amigos y contertulios de Carlos. ¿El teatro se impone a la novela?
Lo autobiográfico es otro rasgo
que se destaca. Está presente en toda la obra y particularmente a través del
personaje de origen italiano, Antonio Vaccari, quien, entre evocaciones de su
pasado, de sus vivencias, de su trayectoria política y de su vocación por el
drama es el articulador de las diferentes piezas, aunque a veces publicitando innecesariamente
novelas anteriores del autor.
Canción
desarmada es una obra bien escrita, inteligentemente planeada, con
un muy buen uso del lenguaje, incluso en la utilización de algunos
regionalismos. Hay que destacar las constantes alusiones a la literatura
universal, comenzando por la Divina Comedia que sirve como una introducción al
personaje central quien, luego del Golpe de Estado, penetra en una selva
obscura. Pero no es solo Dante. Gogol, Shakespeare, Derrida, Kant, Schopenhauer,
Freud, Lacan, Foucault, Camus, Descartes, Sartre, Brecht, Spinoza y otros
talentos de la filosofía, del derecho, de la política, de la psiquiatría, y de
la literatura que desfilan por las diferentes páginas. ¿Era necesario hacer
gala de tanto conocimiento y de tantas lecturas? Me quedo con la duda, pues en
muchos casos, fuera de las alusiones y enunciados superficiales, no hay una
profundización mayor. Me refiero, para dar un solo ejemplo, a lo que el autor
llama “el determinismo de Spinoza”, tema filosófico sobre la libertad que
Baruch Spinoza trata en su ETICA, planteando la problemática del libre arbitrio
subordinado al determinismo, lo que se ha prestado para interpretaciones y
discusiones filosóficas de alto nivel y que hubiese sido mejor evitar en la
novela.
Finalmente, “La Canción desarmada
(Carlos)” cuyo título alude igualmente a la letra de “Utile” de Julian Clerc (¿A
quoi sert une chansón si elle est désarmée? Me disaient des chiliens …), pero
que igualmente podría aludir a Canción desarmada que enfrenta un fusil, creación
colombiana inspirada en una antigua y bella creación del uruguayo Chueco
Viglietti; o que podría, por los
acontecimientos posteriores a 1973, recordarnos igualmente la Utopía
desarmada de Castañeda, es una forma novedosa de evocar personajes y
situaciones políticas que complacerán mayormente a un público conocedor de los
hechos y tal vez, en menor grado, interesar a aquellos de generaciones más
jóvenes.
Paris, noviembre 2023.