Ordenando los pocos libros que
aún quedan de mi dispersa biblioteca, me encuentro con un interesante ensayo-
memoria de Regis Debray publicado por Gallimard en 1996: “Loués soient nos
seigneurs”. “Alabados sean nuestros
señores” en español.
Las un poco más de 700 páginas escritas
por el intelectual francés, ex guerrillero, hombre político y confidente de a
lo menos dos de los cuatro personajes que son los reales protagonistas de este
libro, son, desde el punto de vista del estilo y del contenido, una agradable
degustación.
Su relato es impecable en cuanto
a la utilización de un lenguaje casi exquisito, a veces complejo, lleno de
alusiones, simbolismos y oraciones que pone en exergo su cultura, su conocimiento
de la literatura, de la filosofía y de la política. Es a través de un lenguaje
cautivante que nos introduce en el mundo de su Educación Política que se da, en
lo fundamental, a través de su compromiso con la revolución, con el cambio
social y con su cercanía y contacto con Fidel Castro, Ernesto Che Guevara,
François Mitterrand y Salvador Allende. Cuatro monstruos sagrados de la
historia política mundial que Debray los ensalza, los alaba y los critica
duramente, dejando siempre en evidencia el contexto en que cada uno de ellos
debió desenvolverse, actuar a veces equivocadamente, a veces con cinismo y
crueldad, pero siempre en función de un ideal y del poder. Personajes que, más allá de las críticas, se
han proyectado internacionalmente para erigirse como los arcanos de una
generación por su consecuencia, por su trayectoria, por su perseverancia, por
su acción y por su cultura.
En el mundo ha habido otros
talentos políticos que se han proyectado también universalmente y ocupan lugar
preferente en ese exclusivo Panteón de fines del siglo XIX y buena parte del
XX, como Víctor Hugo, Georges Clemenceau, Jean Jaures, Winston Churchill, Emmeline
Pankhurst, Friedrich Ebert, Konrad Adenauer, Giulio Andreotti, Enrico
Berlinguer, Felipe González, Charles de Gaulle y André Malraux entre otros.
Figuras políticas del nivel de
los mencionados es hoy en día casi imposible encontrarlas en nuestro continente
latinoamericano en que la incapacidad, la corrupción, la improvisación, la
ignorancia, el oportunismo, la chabacanería y la prevaricación parecen ser
moneda corriente. Por cierto, esto no es solo reciente. Ya por el año 1907, en Francia, el llamado “tigre”
Clemenceau se refería a la clase política de su época diciendo algo que
corresponde muy bien a nuestros actuales dirigentes: «En política sustituimos a
los imbéciles y somos reemplazados por los incapaces.
Cuesta creer cuando algunos
importantes dirigentes políticos como el ex ministro chileno y ex Senador Pablo
Longueira nos relata que se comunica con el fallecido Jaime Guzmán, mentor de
la Constitución de 1980, quien lo aconseja desde el más allá, emulando a
Nicolas Maduro que hace algo similar con el difunto Hugo Chávez.
Estupor y risa nos invade al
escuchar a gobernantes como nuestro compatriota Sebastián Piñera diciendo
frases como “En esta Isla (Juan Fernández) vivió Robinson Crusoe” o
confundiendo al escritor Baldomero Lillo que describió las inhumanas
condiciones de trabajo de los mineros del carbón, con Eusebio Lillo, autor del himno
nacional chileno: “Los que leímos a Eusebio Lillo nos concientizamos sobre el
drama de los trabajadores del carbón”. O cuando en una entrevista se refiere a
su fuerte descenso en las encuestas culpabilizando a las mujeres: «entender la
opinión pública es casi tan difícil como entender a las mujeres»,
lo que desata las iras del mundo feminista
El joven presidente chileno actual,
Gabriel Boric, es también mundialmente conocido por su irreverencia y por su poca
diplomacia. Recién asumido culpabilizo públicamente al Rey de España por
retrasar la ceremonia inaugural de investidura. En la Cumbre de Las Américas
dedicada a los temas medioambientales criticó en su intervención la ausencia de
la delegación norteamericana, aun cuando el enviado especial de los Estados
Unidos, John Kerry, estaba casi a su lado. La cancelación de la presentación de
las cartas credenciales, sin el aviso correspondiente, al embajador israelí en
septiembre último fue otra muestra de su poco sentido de la diplomacia. A ello
se suman varios incidentes de nuestros embajadores, siendo los mas importantes
los protagonizados recientemente por los excelentísimos representantes en el
Reino Unido y en España, haciéndose acreedores a otra magnífica frase de
Georges Clemenceau que dice que: “Para ser embajador no basta ser imbécil, hay
que ser también bien educado”.
Quisiéramos creer que estos
exabruptos son ocasionales y que se trata solamente de una especificidad chilena,
pero al parecer es algo más generalizado en nuestro continente.
Alberto Fernández, ex presidente
de la gran y otrora Argentina Potencia, antes de entregarle el bastón supremo
al nuevo Presidente Javier Milei, el que después de su discurso en la reciente
Cumbre de Davos se consagra como un serio candidato al cetro de la estulticia, en conferencia de prensa en España junto a
Pedro Sanchez en 2021, trató de emular al gran Octavio Paz sobre los orígenes
del pueblo argentino diciendo: “ los mexicanos salieron de los indios, los
brasileños salieron de la selva, pero nosotros, los argentinos, llegamos en
barcos de Europa” . La frase del escritor mexicano fue: “Los mexicanos
descienden de los aztecas; los peruanos, de los incas, y los argentinos, de los
barcos”.
Si miramos a los selváticos
brasileños, como diría Alberto Fernández, tardaríamos horas escribiendo las
barbaridades del ex mandatario Jair Bolsonaro, por lo que solamente aludiremos
a una curiosa y un poco antigua propuesta del legislador del centrista Movimiento
democrático brasileño PMDB, Pedro Fernandes. El diputado expuso con todo
desparpajo, hace algunos años ante la prensa, que para solucionar los problemas
derivados de los recortes presupuestarios que afectaban la continuidad de los
comedores populares, habría que aumentar las tarifas de los menús y que los
pobres comiesen cada dos días.
El venezolano presidente Nicolas
Maduro, ha también hecho otras contribuciones notables a la antología de las necedades
latinoamericanas. Una de sus últimas fue una alusión bíblica (Mt 14,13-21) en
relación con la necesidad de expandir el arte en la población venezolana: “De
la misma forma en que Jesucristo multiplicó los penes, perdón, los panes, los
peces, hay que multiplicar el arte”.
Podríamos continuar con las
brillantes y exóticas propuestas de nuestros señores que, en algunos casos,
proponen un retorno a medievales torturas para combatir el latrocinio,
olvidando que la mayoría de la clase política del continente podría quedarse sin
manos o que, en otros casos, en una demagogia infinita ofrecen cerveza gratis
ad eternum si son elegidos.
Pero lo mencionado no solo es
privilegio del Patio Trasero. Joe Biden y su feroz rival Trump son también
fieles colaboradores de la mencionada antología y serán los protagonistas de
una próxima crónica. Por el momento y con las pocas y conocidas excepciones,
tal vez sea licito decir:
Despreciados sean nuestros señores.