lunes, 7 de julio de 2025

Los amigos van partiendo.

 

La primera experiencia con la muerte de alguien cercano fue cuando tenía 5 años. Alicia, una vecina y compañera de juegos infantiles del barrio San Francisco, se dejó de ver durante meses  hasta que un día , curioso por el bullicio inhabitual del vecindario, me asomé a la ventana de la calle y me sorprendió ver una carroza blanca y sus dos caballos con penachos de igual color  que, impacientes, eran sostenidos por un auriga  solemnemente vestido de un negro riguroso que contrastaba con el albo ambiente funerario y con el ataúd en el que reposaban  los restos de Alicia, el cual era   introducido en la parte posterior de la carroza por cuatro personas protegidas por pañuelos para evitar seguramente ser contaminados por la tuberculosis que devoró a mi vecina.

Paulatinamente y a pesar de lo terrible, de lo dramático, del misterio y del temor que conlleva, hay una suerte de acostumbramiento con la muerte. La partida de ancianos familiares, de amigos prematuramente fallecidos contribuyen a este acostumbramiento que nos hará con el tiempo entender que se trata de un ciclo normal inserto en la existencia misma, sin poder por ello quitarnos el dolor y la nostalgia por aquellos que se van.

El fin de la niñez y bien pasada la  adolescencia la compartimos en nuestro humilde barrio de la Juan Antonio Ríos 2 con un numeroso grupo de muchachas y muchachos que entre parrandas, bailes, deportes y estudios se fue consolidando una amistad que aún perdura entre los nueve amigos que quedamos; el resto no sobrevivió a las enfermedades, a los accidentes, a la vejez o a las atrocidades, asesinatos, torturas y secuelas de la sangrienta dictadura cívico militar como el querido Eduardo Charme Barros. Dictadura que asesinó igualmente a compañeros de trabajo del ámbito universitario y sindical como Ricardo García Posadas, David Silverman, Aroldo Cabrera y Víctor Zerega cuyos recuerdos restan intacto en nuestra memoria.

Mi paso por el militantismo sindical como miembro de su comisión técnica y como dirigente nacional de la CUT, que constituyó un gran honor y orgullo en mi existencia, me dejó igualmente un gusto amargo pues de los casi 60 dirigentes nacionales electos por sufragio universal directo en 1972, solo quedamos muy pocos. De la lista de dieciséis dirigentes titulares del PS, por ejemplo, solo quedamos cuatro. Igual tragedia ha ocurrido con lo que fue la dirección de la seccional Francia durante el exilio de la que nos hemos librado solo dos personas.

 

Han partido igualmente amigos muy queridos, no todos socialistas, con los que compartimos militancia política, exilio, cárcel, reconstrucción democrática y sobre todo mucha fraternidad: Máximo Lira, Armando Arancibia, Carlos Altamirano, su esposa Paulina Viollier, Manuel Bustos, María Rozas, Jorge Berazaluce, María Ester Ferez y nuestros inolvidables Manuel Valenzuela y Jorge Guralnik.

Con Manuel, abogado penalista de prestigio, ex presidente del Banco de Chile, compartimos exilio, secuestro y torturas en Argentina en el marco de la Operación Cóndor, junto a mi esposa Agustina, a Eduardo Trabucco y a María Olivia. Gracias a la fuerte protesta internacional promovida por Carlos Altamirano, Jorge Arrate, por el gato Valenzuela y sobre todo debido a la valerosa intervención del también abogado Jorge Guralnik, nos perdonaron la vida, nos hicieron aparecer para ser   encarcelados y posteriormente expulsados del país hacia la maravillosa tierra de asilo francesa. Manuel tuvo valor en la tortura y en su penosa enfermedad que nos lo arrebató hace dos años, pocos meses después del terrible infarto que fulminó a Jorge.

Hoy me entero que un antiguo militante socialista y compañero de luchas nos acaba de dejar. Se trata de Alfonso Guerra Muñoz, el chico Guerra. Hombre de esfuerzo como buen pampino, de disciplina, infatigable militante de las causas justas, de los oprimidos, formador sindical, solidario, fraterno, maestro de generaciones que nunca se dejó seducir por el poder. Sufrió cárcel, torturas y exilio.  Vivió austeramente, nunca pidió prebendas ni carguitos. Vivió de su trabajo y jamás renunció a sus principios socialistas ni a sus ideales de justicia social. Fue leal a su partido socialista, aunque también un crítico implacable cuando era necesario.

Todos los amigos que han partido decoran el firmamento y espero que nos iluminen a los que aún creemos en un mundo mejor.

Paris, 7 de Julio 2025.

 

 

 

 

 


 [AM1]Cina

 [AM2]

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