domingo, 20 de octubre de 2019

EL PAIS EN LLAMAS



Este podría ser el título de una novela o de algún cuento al estilo del magistral Juan Rulfo. Sin embargo ,  no se trata de  ficción, sino  de una deslumbrante realidad que se ha manifestado en las principales ciudades de nuestro país al  que hace algunos días el Presidente de la República calificaba como un tranquilo Oasis comparado con lo que ocurría en otras latitudes de nuestro continente. aludiendo sin dudas a Venezuela y a Ecuador.
Las masivas protestas ciudadanas y las llamas que han destruido las más importantes estaciones del Metro de Santiago, de Valparaíso y de Viña del Mar, sus vagones, los destartalados buses del Transantiago, cadenas de supermercados, alumbrado público, edificios emblemáticos; protestas  que se han expandido hacia otras ciudades del territorio nacional y que han sido la expresión de un enorme descontento social acumulado desde muchos años ignorado por los diferentes gobiernos , por la clase política y por el movimiento sindical.
La abismante e histórica desigualdad existente en nuestro país que lo sitúa como uno de los más desiguales del mundo según el índice de Gini y estudios de CEPAL y del Banco Mundial, no ha sido reducida y sus efectos se han hecho sentir de manera lacerante en la inmensa mayoría de la población.  Esto se manifiesta  de manera concreta en  los bajos salarios que no superan los 500.000 pesos para el 70% de los trabajadores, el constante aumento del costo de vida, las pensiones miserables del sistema privado de fondos de pensiones, la deficiente calidad del servicio público de salud , las abusivas exclusiones de las Isapres, las colusiones empresariales de diversa índole, las deficiencias del sistema educativo y sus crecientes costos, la mala calidad del empleo, la dura jornada de trabajo acrecentada por  los largos trayectos de un ineficiente transporte urbano en la capital , el aumento de la delincuencia etc. En fin, son muchos otros los ejemplos que han contribuido a la explosión social  a la que hemos asistido. Este estallido espontaneo, masivo y nacional que tomó por sorpresa a nuestros ineficientes gobernantes a los partidos de derecha, de izquierda y a las organizaciones de trabajadores, sin embargo se veía venir.
Ya no se trataba solamente de las acostumbradas “tomas” y acciones de vandalismo en el Instituto Nacional, sino de algo más profundo que se venía gestando en medio de las celebraciones gubernamentales por el fracaso de la acusación constitucional contra la Ministra de Educación. El consenso ciudadano por el proyecto de reducción de la jornada a 40 horas de trabajo por semana rechazado por un empresariado retrógrado y por un gobierno sin visión política, vacilante y tecnocrático, el repudio a las AFP, a las miserables pensiones otorgadas y la pertinente cuestión de la propiedad de los fondos de un sistema privado que no es de seguridad social, tuvo tal aceptación que por primera vez en la historia se censura a uno de sus más altos dirigentes y tanto la derecha como el empresariado y el gobierno se abren a una discusión sobre la utilización de los mismos para otros fines que el de pensiones. A ello se suma la pugna institucional entre un poder del estado y el Tribunal Constitucional que enciende una nueva chispa en el acalorado medio ambiente político.
Los partidos políticos  y las diversas coaliciones están igualmente  pasando por momentos complejos. La   debilitada Nueva Mayoría se presenta dividida con las posturas individuales de la Democracia Cristiana y las posiciones díscolas de algunos  parlamentarios. El Partido Socialista se debilita con las renuncias de importantes militantes, la paulatina pérdida de credibilidad  en medio de acusaciones diversas y a su falta de posicionamiento en los grandes temas del debate nacional. La derecha por su parte ha acrecentado sus divisiones internas y ha hecho públicas sus diferencias frente a las cuestiones de preocupación ciudadana. De la Central Unitaria de Trabajadores es mejor no hablar pues ha estado completamente ausente y su voz no se ha sentido.
El Gobierno ha sido incapaz de dar una conducción y el liderazgo de Sebastián Piñera es de más en más cuestionado. Los dos ejes principales de su programa de gobierno han sido hasta la fecha un total fracaso. No ha habido crecimiento como el prometido y el país se encuentra en un franco retroceso económico. La delincuencia ha aumentado y el país ha observado con estupefacción la impunidad total de los delitos económicos cometidos por  los grandes empresarios y por  políticos corruptos.
Sin embargo, la incapacidad política del gobierno ha quedado demostrada en la explosión social de estos últimos días. Declaraciones vacías, sin contenidos de parte de la Secretaria General de Gobierno, del Ministro del interior y del propio Presidente culpando a vándalos y violentista de lo ocurrido. Sin entrar en el fondo del problema, sin analizar las causas, sin ver su magnitud y sin evaluar la mayoritaria aceptación ciudadana de la protesta, de la rebelión; no así de los actos vandálicos que han sido rechazados y con razón, por la inmensa mayoría. Solo mucho después y luego de haber celebrado un evento familiar en un lugar de Vitacura y ante el fuerte estallido social, sacó la voz y anunció dejar nula la medida del alza del pasaje de Metro y un llamado tardío a un impreciso diálogo nacional. Le faltó capacidad política a él y a su gabinete. Solo la Intendenta de Santiago en pocas palabras aludió al fondo del problema. El corolario de esta incapacidad fue el decretar Estado de Emergencia y el Toque de Queda con militares en traje de campaña, armas largas, rostros adustos que trajeron más de algún trágico recuerdo.
Su reciente viaje por Francia tampoco le sirvió al Presidente para haber sacado lecciones de la revuelta   de los “Chalecos Amarillos” que lograron hacer recapacitar a Emmanuel Macron en  la aplicación de sus impopulares medidas gubernamentales y gracias a su habilidad política iniciar un democrático proceso de consulta popular y de diálogo en que la ciudadanía participó activamente a través del antiguo sistema de los  Cuadernos de Quejas (Cahiers de doléances) a nivel de cada municipalidad, a través de una concertación amplia con el mundo político, con las organizaciones empresariales, sindicales y con los propios “Chalecos Amarillos” que jamás fueron tratados de “hordas” de “Delincuentes”.
Es de esperar que el gobierno cambie de estrategia, que llame a un amplio proceso de discusión nacional sobre los temas que preocupan a la mayoría y que a través un adecuado y democrático  debate se logre avanzar en la reducción de las desigualdades para asegurar paz social, crecimiento económico y sobretodo justicia social.  




No hay comentarios:

Publicar un comentario