miércoles, 11 de septiembre de 2024

HACE 51 AÑOS. (1)

 El tiempo pasa a ritmos diversos de acuerdo a las vivencias de cada individuo, pero la memoria conserva de manera intacta aquellos sucesos que marcaron y que convulsionaron profundamente la vida de las personas.

Creo que ha sido el caso de quienes fuimos de alguna manera protagonistas principales o secundarios de esa singular experiencia de cambio social con democracia y participación ciudadana, que condujo durante mil y un días el presidente Salvador Allende y que culmina con el Golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973.

Aunque hayan pasado 51 años en nuestra memoria aún están nítidos los acontecimientos de esa fecha y las crueldades, asesinatos, desapariciones, torturas, exilio y violaciones a los derechos de las personas y de la dignidad humana que con más o menos intensidad se prolongaron durante poco más de 16 años hasta el retorno a la democracia.

Igualmente están presentes los cambios que la dictadura militar apoyada por civiles y por los Estados Unidos produjo en la sociedad chilena imponiendo un estado totalitario, anti democrático e individualista; antítesis de una antigua tradición republicana, solidaria y tolerante.

Perduran aun las imágenes de los prisioneros de La Moneda tirados boca abajo y maltratados por soldados cuyo uniforme evoca la vestimenta de las tropas nazis. Aun impacta la terrorífica figura del dictador Pinochet con sus lentes negros y su cara patibularia inmortalizada por el fotógrafo de la agencia Gramma, el holandés Chas Gerretsen, luego del tedeum efectuado el 19 de setiembre de 1973 en honor a las Glorias del Ejército en la Iglesia de la Gratitud Nacional; como si la felonía y la traición fuesen una gloria. Tedeum al que asistieron sin vergüenza alguna el ex presidente Gabriel González Videla, quien dejó  para la posteridad su figura de bailador de conga, de perseguidor de secretarias por los pasillos de la Moneda y su traición a sus aliados comunistas; el también ex presidente conservador en lo político y menos en su vida personal Jorge Alessandri y el más presentable de todos aunque también aliado del golpismo el demócrata Cristiano Eduardo Frei Montalva, padre de un futuro presidente  quien cometió un pecadillo de juventud al  hacer pequeñas donaciones salariales para la reconstrucción nacional al igual que muchas  familias que  ofrendaron ostentosamente joyas para “comprometerse con Chile” y que hasta  hoy  nadie se ha preguntado en que dedos y gargantas de ex militares o sus esposas se encuentran.

Presente en la memoria está también el exilio del que muchos sufrimos, el desarraigo y la voluntad por insertarse en las diferentes sociedades y por continuar la lucha por la democracia. Lucha que le costó la vida al General Prat, al ex ministro de Salvador Allende Orlando Letelier junto a los intentos de asesinato a Bernardo Leighton, a su esposa y a Carlos Altamirano entre muchos otros atentados en el marco de la Operación Condor, organización terrorista que contó con la complicidad y el beneplácito de las dictaduras latinoamericanas y de la CIA.

Muchos exiliados fuimos objeto de persecución por denunciar las atrocidades del régimen y por propiciar la democracia. En Argentina con la complicidad de la mano larga de la DINA se nos persiguió, torturó y encarceló junto a nuestras esposas, dejando a nuestros hijos pequeños solos y desvalidos peligrando ser raptados por familias de militares. Hasta el último suspiro de agonía de la dictadura se nos prohibió el ingreso al territorio nacional. Se nos negó el derecho a pasaportes y cuando se pudieron obtener, esos documentos fueron marcados con una letra “L “que indicaba que estábamos en las listas de los aborrecidos.

Una vez recuperada la democracia y aunque la alegría no haya sido del todo como se esperaba, los chilenos pudieron tomar conciencia de lo que fueron esos años de terror, de miedo, de intolerancia. Los medios de comunicación jugaron un rol fundamental en ello, al igual que los testimonios de las victimas expresados en las diversas Comisiones por establecer la verdad y la reconciliación, como el informe Rettig publicado en 1991. Fueron también de la máxima importancia las diversas  investigaciones periodísticas y posteriores publicaciones entre las que se destacan - sin desmerecer las tantas otras que no citamos - Monica Gonzalez que en su libro "La Conjura" relata documentadamente el desarrollo de la ignominia o el de la fallecida Patricia Verdugo que con la publicación de   " Los zarpasos del  Puma" permitió conocer en detalles los asesinatos cometidos por la Caravana de la Muerte y ulteriormente condenar a sus autores: el general Arellano Stark y sus complices.  

Los posteriores mea culpa de muchos conspicuos civiles que siempre dijeron que no sabían nada, que ignoraban las atrocidades o que se excusaban diciendo “algo habrán hecho” o “es necesario extirpar los males para restablecer la convivencia”, mostraron el servilismo, la condescendencia y la bajeza moral de esos personajes algunos de los cuales ocuparon altas funciones en el periodo democrático tanto en el gobierno como en el parlamento o en la diplomacia.

Es importante recordar, mantener la memoria viva para que las generaciones que no conocieron esas experiencias estén al corriente de ese pasado, que, aunque obscuro, pertenece a nuestra historia.

Paris, 11 septiembre 2024.

(1). Esta crónica fue publicada igualmente por "El Mostrador" hoy, 11 de septiembre, en su página de  "Opinión".

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