El tiempo pasa a ritmos diversos de acuerdo a las vivencias de cada individuo, pero la memoria conserva de manera intacta aquellos sucesos que marcaron y que convulsionaron profundamente la vida de las personas.
Creo que ha sido el caso de
quienes fuimos de alguna manera protagonistas principales o secundarios de esa
singular experiencia de cambio social con democracia y participación ciudadana,
que condujo durante mil y un días el presidente Salvador Allende y que culmina
con el Golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973.
Aunque hayan pasado 51 años en
nuestra memoria aún están nítidos los acontecimientos de esa fecha y las
crueldades, asesinatos, desapariciones, torturas, exilio y violaciones a los
derechos de las personas y de la dignidad humana que con más o menos intensidad
se prolongaron durante poco más de 16 años hasta el retorno a la democracia.
Igualmente están presentes los
cambios que la dictadura militar apoyada por civiles y por los Estados Unidos
produjo en la sociedad chilena imponiendo un estado totalitario, anti democrático e individualista; antítesis de una antigua tradición
republicana, solidaria y tolerante.
Perduran aun las imágenes de los
prisioneros de La Moneda tirados boca abajo y maltratados por soldados cuyo
uniforme evoca la vestimenta de las tropas nazis. Aun impacta la terrorífica figura del
dictador Pinochet con sus lentes negros y su cara patibularia inmortalizada por
el fotógrafo de la agencia Gramma, el holandés Chas Gerretsen, luego del tedeum
efectuado el 19 de setiembre de 1973 en honor a las Glorias del Ejército en la
Iglesia de la Gratitud Nacional; como si la felonía y la traición fuesen una
gloria. Tedeum al que asistieron sin vergüenza alguna el ex presidente Gabriel González
Videla, quien dejó para la posteridad su
figura de bailador de conga, de perseguidor de secretarias por los pasillos de
la Moneda y su traición a sus aliados comunistas; el también ex presidente conservador
en lo político y menos en su vida personal Jorge Alessandri y el más
presentable de todos aunque también aliado del golpismo el demócrata Cristiano
Eduardo Frei Montalva, padre de un futuro presidente quien cometió un pecadillo de juventud al hacer pequeñas donaciones salariales para la reconstrucción nacional al igual que muchas familias que ofrendaron ostentosamente joyas para “comprometerse con Chile” y que hasta hoy nadie se ha preguntado en que dedos y
gargantas de ex militares o sus esposas se encuentran.
Presente en la memoria está también
el exilio del que muchos sufrimos, el desarraigo y la voluntad por insertarse
en las diferentes sociedades y por continuar la lucha por la democracia. Lucha
que le costó la vida al General Prat, al ex ministro de Salvador Allende Orlando
Letelier junto a los intentos de asesinato a Bernardo Leighton, a su esposa y a
Carlos Altamirano entre muchos otros atentados en el marco de la Operación Condor,
organización terrorista que contó con la complicidad y el beneplácito de las
dictaduras latinoamericanas y de la CIA.
Muchos exiliados fuimos objeto de
persecución por denunciar las atrocidades del régimen y por propiciar la
democracia. En Argentina con la complicidad de la mano larga de la DINA se nos persiguió, torturó y encarceló junto a nuestras
esposas, dejando a nuestros hijos pequeños solos y desvalidos peligrando ser
raptados por familias de militares. Hasta el último suspiro de agonía de la
dictadura se nos prohibió el ingreso al territorio nacional. Se nos negó el derecho
a pasaportes y cuando se pudieron obtener, esos documentos fueron marcados con
una letra “L “que indicaba que estábamos en las listas de los aborrecidos.
Una vez recuperada la democracia y aunque la alegría no haya sido del todo como se esperaba, los chilenos pudieron tomar conciencia de lo que fueron esos años de terror, de miedo, de intolerancia. Los medios de comunicación jugaron un rol fundamental en ello, al igual que los testimonios de las victimas expresados en las diversas Comisiones por establecer la verdad y la reconciliación, como el informe Rettig publicado en 1991. Fueron también de la máxima importancia las diversas investigaciones periodísticas y posteriores publicaciones entre las que se destacan - sin desmerecer las tantas otras que no citamos - Monica Gonzalez que en su libro "La Conjura" relata documentadamente el desarrollo de la ignominia o el de la fallecida Patricia Verdugo que con la publicación de " Los zarpasos del Puma" permitió conocer en detalles los asesinatos cometidos por la Caravana de la Muerte y ulteriormente condenar a sus autores: el general Arellano Stark y sus complices.
Los posteriores mea culpa de muchos
conspicuos civiles que siempre dijeron que no sabían nada, que ignoraban las
atrocidades o que se excusaban diciendo “algo habrán hecho” o “es necesario extirpar
los males para restablecer la convivencia”, mostraron el servilismo, la
condescendencia y la bajeza moral de esos personajes algunos de los cuales
ocuparon altas funciones en el periodo democrático tanto en el gobierno como en el parlamento o en la diplomacia.
Es importante recordar, mantener la
memoria viva para que las generaciones que no conocieron esas experiencias estén
al corriente de ese pasado, que, aunque obscuro, pertenece a nuestra historia.
Paris, 11 septiembre 2024.
(1). Esta crónica fue publicada igualmente por "El Mostrador" hoy, 11 de septiembre, en su página de "Opinión".
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