A finales de 2015 publicábamos en el diario electrónico El Mostrador un artículo en que hacíamos alusión a la expansión de la demencia política a todo el globo terráqueo. Nos referíamos en lo fundamental a los sangrientos atentados terroristas que estremecieron a Francia, a diversos países europeos, a los Estados Unidos y a Rusia producto del fanatismo y de la intolerancia. Destacábamos la emergencia de conflictos bélicos difíciles de entender e interpretar en que las grandes potencias se estaban involucrando con lógicas complejas y contradictorias. En esa misma crónica aludíamos igualmente a dos antiguos fenómenos que cobraban relevancia y que se expandían peligrosamente: la corrupción en la política y el auge de los movimientos populistas con sus mensajes y manifestaciones de nacionalismos, xenofobia, intolerancia e individualismo.
Con una perspectiva de más de tres años de distancia observamos con angustia que la demencia no se detiene, sino que por el contrario aumenta cada día. Basta dar una somera mirada por diversas latitudes para confirmar este peligro.
Tal vez el acontecimiento más
significativo fue la irrupción de la figura de Donald Trump en la política
norteamericana y mundial. Rico empresario, poseedor de una fortuna avaluada en
más de tres mil millones de dólares, luego de algunas esporádicas incursiones
en política, ganó las primarias republicanas en 2016 y en noviembre la elección
presidencial a sus 70 años de edad, imponiéndose a Hillary Clinton, no por la
cantidad de votos generados por el sufragio universal, sino por las
características del sistema electoral norteamericano que da la potestad al
Colegio Electoral para designar al ganador.
A pesar de que las alarmas se habían
encendido desde los inicios de su candidatura por sus muy desafortunadas
declaraciones, la opinión pública internacional comenzó a inquietarse con
sus primeras medidas que anticipaban un
cambio radical en las políticas norteamericanas.
A través del enunciado de America
First, inició un proceso de repliegue hacia un profundo nacionalismo y
proteccionismo denunciando acuerdos comerciales; imponiendo draconianas
barreras arancelarias a las importaciones, particularmente en una primer
instancia a las de aluminio y acero; desarrollando una política energética
centrada por lo esencial en lo fósil; retirándose de negociaciones bastantes
avanzadas como las de Paris sobre el
cambio climático o el controvertido Acuerdo Transpacífico (TPP) y amenazando
con desconocer el Tratado de Libre Comercio de América del Norte con Canadá y
México.
De igual forma inició una abierta
campaña de rechazo hacia el inmigrante y
hacia las minorías recurriendo al miedo, mostrando a esas minorías como un
enemigo que pretende no solo ocupar el lugar de bienestar conseguido, sino que
además destruir la identidad americana. De esta forma acentuó sus posiciones
anti inmigrantes presionando a México para la construcción de una costosa e
inútil muralla e iniciando una persecución sin precedentes a los inmigrantes
latinos y musulmanes, además de no
respetar el acuerdo de no deportación a
los hijos menores de inmigrantes estipulado en el programa DACA.
Pero la justicia le ha sido
adversa en ese y en otros casos, revirtiendo sus órdenes y obligándolo a hacer
marcha atrás. Ello también ocurrió con su obstinación por encontrar fondos para
construir su Muro que, a falta de apoyo, mantuvo cerrado el gobierno por 31
días a finales de diciembre de 2018 hasta que se abrió nuevamente sin conseguir
los fondos para esos efectos.
No obstante lo anterior, sus
ataques anti inmigración continúan y su exasperación lo ha llevado a destituir
a los altos responsables de las instituciones de seguridad y encargadas de las políticas migratorias.
Una segunda forma de presión más
reciente al izquierdista gobierno de López Obrador consistente en aumentar los
aranceles de las exportaciones mexicanas, logró que México para evitar las sanciones
concluyera un acuerdo para impedir la inmigración guatemalteca, salvadoreña,
nicaragüense y hondureña desplazando fuertes contingentes de tropas a la
frontera, además de aceptar la devolución de cerca de 10.000 solicitantes de
asilo que habrían ingresado a los Estados Unidos por la frontera mexicana. En
realidad más que un acuerdo, López
Obrador tratará de poner en ejecución lo
establecido por administraciones mexicanas anteriores.
El desmedido proteccionismo de Trump
lo llevó a su máximo nivel al desatar una guerra comercial sin precedentes e
imprevisibles con China, al aumentar severamente los aranceles para los productos prevenientes de ese país e
iniciar una batalla tecnológica en que el gigante Huawei ha sido el objetivo
fundamental al negársele el acceso a los sistemas operativos de Google.
China respondió con un aumento similar
de las tasas de importación a más de mil productos norteamericanos y con su
amenaza de restringirle las exportaciones de tierras raras en que el litio es
uno de los elementos asociados esenciales para la industria telefónica y
automotriz. La Organización Mundial del
Comercio, de la cual Trump ha amenazado con retirarse, ha sido incapaz hasta el
momento de lograr una solución durable y aceptable.
Europa no ha estado exenta del apetito proteccionista de Donald Trump. Una
de sus primeras medidas fue el anuncio de imponer aranceles al acero y al
aluminio proveniente de Europa, la que respondió con medidas contra varios
productos norteamericanos. La tensión volvió a aumentar con el anuncio de
imponer tasas a los automóviles europeos y al rebajar la categoría diplomática
a la UE. Las tensiones disminuyeron luego de la reunión entre Trump y el
Presidente de la Unión Europea el 25 de julio de 2018. A pesar de ello, el
presidente norteamericano continúa su política proteccionista de manera
individual anunciando medidas contra las exportaciones de productos
alimenticios y recientemente al vino francés, por ejemplo.
Las anteriores acciones han sido acompañadas por complejas políticas
económicas nacionales destinadas, según él, a favorecer el empleo, los salarios
y el consumo, dando un fuerte impulso a
los sectores agro industriales y autorizando la explotación del petróleo en
zonas muy sensibles y peligrosas para el medio ambiente. Junto con ello
favoreció a los grandes intereses privados a través de una propuesta tributaria
que, a futuro, hará recaer la carga en los más modestos, disminuyendo
igualmente las restricciones impuestas durante la crisis al sistema bancario
que protegían al consumidor. Además, apenas elegido presidente, inició una profunda reforma al sistema de salud que
con tanto esfuerzo logró imponer Obama. Si bien no ha logrado destruir en su
totalidad los avances de su predecesor, de continuar con ello, los daños
causados serán considerables para los más desposeídos.
El accionar internacional de Trump ha
sido igualmente alarmante para la paz y la seguridad mundial.
A la abierta provocación que supuso el traslado de la
embajada de los Estados Unidos a Jerusalén con
los consiguientes repudios y protestas de los países árabes y de la comunidad internacional, han seguido una serie de
acontecimientos desestabilizadores del orden imperante en materias
internacionales.
Apenas en funciones tuvo su primera
intervención militar en Siria bombardeando
el poblado de Shayrat en respuesta a un confuso ataque químico. Ulteriormente
procedió al retiro de las cerca de 2000 tropas americanas argumentando que ISIS
había sido derrotado y que era necesario preservar vidas humanas y recursos,
ante el estupor de sus aliados europeos en esta guerra y del no disimulado
contentamiento de Rusia ante este y el otro anuncio de Trump en el sentido
de que 7 mil de los 14 mil soldados se
retirarían igualmente de Afganistán, provocando la renuncia del Secretario de
Defensa Jin Matti y de Brett MacGurk, enviado especial ante la Coalición Internacional contra ISIS.
La abrogación del acuerdo nuclear con
Irán y el reciente anuncio de impedirle por la fuerza el envío de sus exportaciones de petróleo, además de las confusas relaciones con RusIa
que han conducido últimamente a un deterioro mayor que el que existió en anteriores administraciones completan este
preocupante cuadro.
Sus desafortunadas declaraciones
sobre el presidente francés, su toma de posición pro Brexit drástico, unidas a las críticas dirigidas a Theresa
May, los insultos contra el alcalde de Londres o sus afirmaciones de que la Unión europea es
tan mala como China han igualmente contribuido a acrecentar las tensiones en
las relaciones diplomáticas internacionales.
A lo anterior se suma su nueva política de endurecimiento de sanciones
hacia Cuba con la amenaza de aplicarle el capítulo
III de la Ley Helms- Burton que permite reclamar
ante tribunales norteamericanos los bienes expropiados después de la revolución
cubana, deshaciendo en corto tiempo las distensiones logradas por Obama y otras
administraciones.
Los planteamientos de intervención militar en
Venezuela expresadas por la Casa Blanca y muy recientemente por Elliot Abrams ante
el Comité de Relaciones Exteriores de la Cámara de Representantes han desatado
los más terribles recuerdos de la guerra fría y de la doctrina del destino
manifiesto.
El impulso a las políticas de
acercamiento y los
acuerdos avanzados con Corea del Norte
han sido insuficientes para aminorar su conflictiva y confusa política exterior que le ha valido el rechazo
de la Unión Europea y de sus países más influyentes.
Las elecciones de noviembre de 2018,
llamadas de medio mandato (Midterms) tuvieron una alta participación y contra
todo pronóstico no lo desfavorecieron del todo, pues a pesar de que los
Demócratas se impusieron en la Cámara de Representantes, el resultado, aunque
ambivalente, fue menos trágico que lo que les ocurrió a Clinton y a Obama.
Además en el Senado le fueron bastante
favorables debido en parte a la renovación parcial de 2018.
Trump ha saludado estos resultados
como una victoria, la que no es tal, pues la oposición demócrata en la Cámara
es importante y con seguridad constituirá un freno a alguno de sus objetivos.
Sin embargo, es un hecho evidente que
la América profunda le entregó su apoyo al calor de las buenas cifras macroeconómicas internas
que han reducido el desempleo y
aumentado los salarios, manteniendo un PIB bastante decoroso.
Diversos sondajes posteriores a estas
elecciones parecieran confirmar el apoyo
popular a su accionar. Los Demócratas por su parte si bien opositores a las
políticas globales, han estado, a pesar de ello, en general de acuerdo con la
guerra comercial y las medidas arancelarias aplicadas a China.
Pero más allá de los apoyos populares
y de los sondajes recientes, la
evidencia muestra que su forma de gobernar con amenazas e imposiciones
arbitrarias constituye un peligro para la convivencia nacional e internacional
y no es un método saludable para un país que juega el rol más importante en el escenario
económico y político mundial.
¿Será esto la consecuencia de los buenos
resultados económicos o por el contrario el apoyo popular responde a un fuerte
viraje hacia un nacionalismo profundo de una América del Norte subyugada por
discursos que preconizan la mezquina defensa de intereses individuales
escondidos en ese slogan de America First?
La respuesta está por verse, por el
momento su reelección se vislumbra como posible, así como el desarrollo de
modelos similares en otras latitudes, como lo veremos en la segunda parte de esta
nota, lo que acrecentará aún más las tensiones ya existentes y la peligrosa deriva
hacia una demencia colectiva y de proporciones que podría culminar con el fin de la democracia.
Junio 2019.
Cumpa , este es un documento importante para la historia de este
ResponderEliminarsiglo .
Grande Agustin , un abrazo .